Cierro los ojos e intento recordar cuáles fueron los temas candentes de esta semana, los que consumieron el tiempo de nuestra clase política, y me sale la captura de Puigdemont, el máster de Cifuentes y el supuesto comportamiento hooligan de una diputada de En Marea. A lo mejor a usted se le ocurre alguno más, pero reconocerá conmigo que por aquí van los tiros ¿Qué pensar? Que vivo en un circo y me están abduciendo mentalmente en una suerte de marujeo de altura. Y no pasa nada, uno debe vaciar, de vez en cuando, su mente de problemas y descansar sobre las penurias de los demás. El problema es que esta dinámica se mantiene semana tras semana, cambian los protagonistas, pero no el tipo de opereta ¿Qué pasa?, por tanto. Que no hay más actores que los que vemos y este es el drama ¿Dónde encontrar nuevos protagonistas? En la sociedad civil, pero esta, en numerosos campos, en los que incluyo al empresariado, está desaparecida.
Decía Alexis de Tocqueville, precursor de la sociología clásica, que la sociedad civil era el conjunto de organizaciones e instituciones cívicas voluntarias y sociales que ejercen el papel de mediadoras entre los individuos y el Estado. Lo que se le olvidó al bueno de Tocqueville fue mencionar la capacidad que tiene el Estado para adormecer, cuando no comprar, a los líderes de una buena parte de estos colectivos. Por eso, me quedo con las aportaciones del filósofo alemán Júrgen Habermas en su defensa de los movimientos sociales que continuamente plantean nuevos principios y valores, nuevas demandas, así como la vigilancia y la aplicación efectiva de los derechos ya otorgados. Este es el punto y no otro. El empresariado gallego debe articularse como sociedad civil, pero no exclusivamente para ser intermediario, que también, pero ahí ya están las instituciones empresariales. Bueno, algunas, otras más bien recuerdan a la República Dominicana de Joaquín Balaguer. Noventa años y seguía al frente de su país ¿Y? Tiene razón, entre tanta lluvia y cambio climático, un toque caribeño alegra las tertulias. Distrae.
Volvamos a la seriedad. El empresariado gallego necesita consolidarse como sociedad civil esencialmente por una cuestión, ser actor de la realidad social, y con ello abrir el debate político de nuevas agendas económicas. Se acabó la austeridad presupuestaria e iniciamos una etapa de reformas, no solo porque empieza a haber recursos para ello, sino porque la sociedad está hambrienta de cambios. La España del 2008 ya está amortizada. Se quiere otra. Por tanto, toca hablar, ser arquitecto de la nueva realidad que ha de llegar. Y para ello, necesita dominar, siguiendo a Habermas, la acción comunicativa, expresarse atendiendo a los cuatro mandatos del habla: a) Inteligibilidad. Imposible comunicarse con la sociedad gallega si ella no nos entiende; b) Verdad, podrán compartir o no nuestros postulados, pero nunca se ha de mentir; c) Rectitud, el discurso ha de estar siempre en coherencia con las normas aceptadas por todos y por último d) Veracidad, lo que se dice ha de ser lo que se piensa.
La construcción, en Galicia, de un nuevo discurso empresarial, en la línea de Habermas, ha de ser coral, deben estar los clústeres, asociaciones sectoriales, grandes empresarios, industrias tractoras, y para ello requieren de un espacio informal, carente de rigideces, lugar de encuentro y discusión, que no de intermediación, y este papel, a mi entender, hoy por hoy lo pueden desarrollar los clubes financieros. Su consolidación, a través de un proyecto cooperativo, como es el Círculo Financiero de Galicia, debe tener esa meta, ser actor de la agenda económica de nuestra tierra.