Las entidades españolas apuran las fusiones para contener la marea de insolvencias que anticipa el BCE
18 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Como ya ocurrió en otras ocasiones, España se ha convertido en el campo de pruebas para la banca europea. Ya pasó con la intervención del Banco Popular, primera y única vez que la Junta Única de Resolución ponía en marcha su recién estrenada maquinaria para liquidar bancos. Tres años después de aquel controvertido episodio, las entidades españolas vuelven a ser el conejillo de Indias de sus rivales europeos.
CaixaBank y Bankia dieron el pistoletazo de salida a las fusiones. El BBVA y el Sabadell han recogido el testigo en esta carrera por sobrevivir y blindar el mercado bancario ante la ola de insolvencias e impagos que se avecina: «Las pérdidas crediticias seguirán creciendo y la posición de solvencia de los bancos de la eurozona se deteriorará significativamente para mediados del 2022», alertó el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos, este lunes, el mismo día que se anunció la nueva alianza bancaria en ciernes. No solo eso. El riesgo de impagos aumenta en el segmento en el que se ha especializado el Sabadell, el de las pymes «ya que son más dependientes de la financiación de los bancos que las grandes firmas».
La pandemia ha sido la puntilla a una larga década de saneamientos y baja rentabilidad. Aunque los bancos españoles llegaron con más atractivo -pero menos pulmón- que otros socios europeos a la crisis, su exposición a los sectores más vulnerables del tejido industrial los ha obligado a hacer ingentes reservas de capital con las que afrontar un largo invierno económico. Esa medida preventiva les ha restado gancho. Ya están a la cola en rentabilidad.
El contexto no ayuda, claro. Tuvieron que absorber buena parte del shock de la pandemia inyectando liquidez para evitar un derrumbe económico en cadena sin saber los efectos secundarios que acarreará a largo plazo. Y lo han hecho con el BCE soplando de lado. ¿Por qué? Ha inundado el mercado con dinero barato para mantener los costes de financiación bajos, taponando una de las vías preferidas de los bancos para hacer caja y ganar margen: los tipos de interés. Seguirán hundidos por mucho tiempo. También les han cercenado otra palanca para cosechar rentabilidad: los dividendos. El BCE mantiene su veto a estos incentivos, a menos que decida abrir la barra libre en la reunión que mantendrá su consejo en el mes de diciembre. El dilema no puede ser más complejo: que los bancos mueran de éxtasis o de inanición.
A todo este campo de minas se suma el castigo bursátil. El Sabadell ha perdido un 55,49 % de su valor en el Ibex respecto a hace un año. El BBVA, un 26,93 %. Un desplome que se repite con todos los valores bancarios, incluido el Santander (-34,30 %). El sistema financiero español padece varia plagas bíblicas. La última en azotar sus pilares será la de la morosidad. El Banco de España estima que el 70 % de las empresas llegarán asfixiadas al cuarto trimestre del 2020. El año que viene los créditos dudosos enfilarán el ascenso, sin saber exactamente cuándo alcanzarán su cima. Por el camino, las entidades españolas afrontan un nuevo y fortísimo ejercicio de ajuste estructural, para aliviar cargas y llegar con oxígeno a la cresta de la crisis que, en el caso del sistema financiero, llegará con cierto retraso, según el BCE. Quedan por delante cierres de sucursales, reducción de plantillas y, como apuntan algunos expertos, posibles subidas en las comisiones.
España marca el camino
La unión del BBVA y el Sabadell cuenta por descontado con el aval del BCE. Es más, el organismo comandado por Christine Lagarde, cree que las fusiones a la española son el camino para el resto de los bancos europeos: «La consolidación por la vía de las adquisiciones o fusiones es otra potencial avenida para reducir la sobrecapacidad en el sector [...] Las fusiones domésticas planificadas en algunos países son signos alentadores», señaló De Guindos. Fráncfort insiste: no hay tiempo que perder. «Se espera que la rentabilidad siga débil y no se recupere a niveles prepandemia antes del 2022», augura. La valoración de las entidades financieras se ha hundido, los márgenes de rentabilidad son casi inexistentes y muchos bancos llevan años sin diversificar sus fuentes de ingresos o arrastrando una estructura de negocio obsoleta y poco eficiente con altos costes fijos. Es tiempo de caminar fuerte y ligero, por eso el supervisor europeo apuesta por una mayor concentración bancaria, aunque pueda acarrear problemas de competencia. Y no solo en España: «La pandemia ha amplificado las vulnerabilidades en el sistema financiero de toda la zona euro», advierte. Y es que, en contra de lo que se suele decir, la banca alemana, por ejemplo, está más expuesta a la actividad manufacturera, si bien es cierto que su economía se ha visto menos golpeada. No pueden decir lo mismo los bancos italianos, casi la mitad de sus créditos dependen de ese sector. Por lo que pudiera pasar, el Gobierno ya les ha extendido un colchón de 19.000 millones de euros en ayudas públicas.