El suministro de combustible está garantizado, según Enagás, pero el cierre de uno de los dos gasoductos con Argelia encarecerá aún más el producto porque tendrá que llegar por barco
02 nov 2021 . Actualizado a las 09:53 h.España lleva años embarcada en la transición energética. Años de preparativos para llenar el país de tecnologías renovables (eólica y fotovoltaica, sobre todo) y cerrar las centrales que queman combustibles fósiles y emiten dióxido de carbono (carbón, sobre todo, pero también gas natural) y también las nucleares, que no generan CO2, pero sí unos residuos radiactivos altamente tóxicos durante cientos de años.
El plan es forzar el cambio de modelo energético por fases hasta alcanzar el 2050, cuando en el país ya no habrá emisiones de gases de efecto invernadero que valgan. La instalación de renovables no cesa, está en marcha desde hace dos décadas, y se completará con el desarrollo de sistemas de almacenamiento de energía para guardarla cuando no haya viento o sol -el talón de Aquiles de estas tecnologías, limpias, pero imprevisibles-; el carbón casi es historia; y las nucleares cerrarán entre el 2027 y el 2035. Pero el gas seguirá ahí, como mínimo hasta el 2030, desempeñando un papel protagonista en la película eléctrica del futuro: el de guardaespaldas de las renovables, el que garantiza que en España no haya apagones. Y el país lleva años preparándose para funcionar con ese hidrocarburo de respaldo. Cuenta con más de sesenta centrales eléctricas de ciclo combinado (funcionan con ese combustible), dos de ellas en Galicia; y seis plantas regasificadoras, una en la comunidad, que suponen casi un tercio de la capacidad total de recepción de gas natural licuado (el que llega por barco) de Europa, según datos del sector.
El gas natural, por tanto, será imprescindible para garantizar la seguridad de suministro de electricidad. Pero es que ya lo es ahora, más desde que en el 2020 haya desaparecido casi todo el parque de centrales de carbón (queda operativa la de Endesa en As Pontes, a punto de arrancar de nuevo temporalmente, y una de EDP en Asturias).
Pero España no tiene gas natural, depende totalmente de las importaciones, por eso, el cierre del gasoducto del Magreb, que canalizaba combustible argelino a través de Marruecos, tras la ruptura de las relaciones diplomáticas entre ambos países, ha encendido las alarmas. ¿Habrá problemas de suministro?
Argelia se ha enfadado con Marruecos en el peor momento posible. Cuando hace falta más combustible que el resto del año porque se acerca el invierno. Cuando todos los países están intentando hacer acopio a toda prisa y, por eso, las cotizaciones internacionales de esa materia prima llevan meses en precios desorbitados.
El gestor técnico del sistema gasista, Enagás, ha intentado calmar los ánimos avanzando que hay gas almacenado suficiente para cubrir 40 días de consumo, el doble de las existencias mínimas de seguridad que están obligadas a mantener siempre preparadas todas las comercializadoras de gas en los almacenamientos subterráneos.
Así, según Enagás, las plantas de regasificación empiezan noviembre con reservas de 18,8 teravatios hora, un 65 % más que el año pasado; y los almacenamientos subterráneos están a un 82 % de su capacidad, con 28,3 teravatios hora.
El cierre del gasoducto del Magreb preocupa al Gobierno. A través de ese tubo llegaron a España el 20 % de las entregas de hidrocarburo importadas del exterior entre enero y agosto. Llegaron de una decena de países diferentes, una diversificación que garantiza, a juicio del sector, que no habrá problemas de suministro. Pero Argelia manda mucho en esa cesta: de allí procedió cerca de la mitad del gas.
Argelia garantiza el suministro
La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, regresó hace unos días de Argel con la promesa de su homólogo argelino de que el abastecimiento está garantizado a través del otro gasoducto, el Medgaz, que atraviesa el Mediterráneo para unir directamente el país africano con España a través de Almería; y, sobre todo, por barco, hasta que las obras de ampliación de ese tubo finalicen, algo previsto para enero. Pero traer ese combustible en barco -en forma de gas natural licuado, GNL- encarecerá las entregas porque los países se rifan la carga de esos metaneros, que se van a donde más les pagan, que suele ser en Asia (China o Japón).
Gas habrá, pero a qué precio
Así que, «gas llegará, pero ¡a qué precio!», resalta Verónica Riviére, presidenta de la asociación Gas Industrial, que agrupa a sesenta grupos empresariales de los sectores de la alimentación, siderúrgico, cerámico, papelero y automoción (como Ence o Megasa, en Galicia). La industria consume el 60 % del gas que compra España. «Por la seguridad de suministro estoy tranquila, porque aunque deje de funcionar el gasoducto del Magreb puede llegar el gas a España sin ningún problema técnico, el problema es a qué precio. Si los mercados no se relajan va a ser más caro», avisa Riviére.
Más caro de lo que ya es. Tanto que están pasando cosas que nunca habían pasado. No que recuerde la presidenta de la asociación. Como que las industrias estén parando porque funcionar les resulta más caro que cerrar temporalmente. Es el caso de Fertiberia. «Están subiendo mucho los costes de explotación, pero no solo por el precio del gas, también por la electricidad, las materias primas, fletes, transporte... Es una cascada que está cayendo en dominó sobre los costes», lamenta. Y las empresas que no paran están asumiendo pérdidas, porque en muchos casos no pueden encarecer los productos que fabrican. «Depende del contrato, pero no puedes variar el precio a tus clientes, te suba el precio de la energía o no, así que habrá empresas que tendrán la cuenta de resultados muy tensionada», subraya.
Para el profesor de Economía de la Universidad de Comillas Icade, Emilio González, fue un «error energético depender del gas» y hubiera sido más adecuado apostar por las nucleares como tecnología de respaldo de las renovables, como están haciendo otros países. Aunque González considera que, en todo caso, «sin gas no nos vamos a quedar, porque lo importamos de muchos países», aunque también avisa de que el combustible que llegará por barco será más caro que el que se canaliza por gasoducto. «No hay barcos suficientes, además, los países se los rifan», resume.
Represalias contra Marruecos que salpican a España
El presidente de Argelia, Abdelmedjid Tebboune, confirmó el domingo por la noche el cierre del gasoducto Magreb Europa (GME), que surtía a España y Portugal a través de Marruecos desde hace 25 años. Lo gestionaban la española Naturgy y la estatal argelina Sonatrach. En un comunicado en Facebook, explicó que la decisión se debe a las «prácticas agresivas» del reino alauí. En el centro del conflicto está el Sáhara, pues Argelia es aliada del Frente Polisario.
Lo que piden las industrias consumidoras de gas: bajada del IVA y del impuesto de hidrocarburos
Muchas de las empresas asociadas a Gas Industrial son también grandes consumidoras de electricidad. La asociación demanda la implantación de medidas de alivio parecidas a las aprobadas para los clientes de luz. Según explica Verónica Riviére, «le hemos pedido al Gobierno medidas de liquidez financiera para las industrias más pequeñas por si tienen que pedir créditos para hacer frente a unas facturas más elevadas». Entre otras medidas, reclaman una bajada fiscal del IVA y del impuesto de hidrocarburos (como se acordó para los consumidores de electricidad) y flexibilidad en la contratación del mercado del gas, esto es, poder bajar la potencia o el caudal de gas contratado durante las paradas de producción de las industrias para abaratar las facturas. Es una opción que se aplicó el año pasado entre los consumidores de electricidad, cuando estalló la pandemia y cuando buena parte de las empresas se vieron obligadas a parar durante meses.
Riviére aclara que se trata de medidas a muy corto plazo de rápido impacto que dependen de la decisión del Gobierno, no de Putin, que «pueden ayudar mucho a los que más están sufriendo en estos momentos».
A largo plazo, la asociación defiende la propuesta española ante la Comisión Europea para llevar a cabo compras conjuntas europeas de gas para conseguir precios más razonables.
Un hidrocarburo utilizado como arma de presión política
En cuanto el presidente ruso, Vladimir Putin, abre la boca, la cotización del gas natural sube o baja. Si anuncia que va a inyectar más combustible hacia Europa, los mercados sonríen y se relajan. Si es todo lo contrario, se estresan. El centro de Europa depende del gas ruso y Putin lo sabe, por eso utiliza el hidrocarburo como arma de presión política. Para España fue el cuarto mayor exportador durante los ocho primeros meses del año. Algunos analistas consideran que Argelia quiere desempeñar un papel similar en el sur de Europa.
Putin ordenó la semana pasada a la empresa estatal rusa Gazprom rellenar sus depósitos en Alemania y Austria en cuanto concluya esa operación con los de Rusia, a principios de este mes. A raíz de ese anuncio, el precio del gas bajó por primera vez en un mes del listón de los 80 dólares.
El presidente ruso presiona duramente para que Bruselas y Alemania autoricen la puesta en marcha del gasoducto Nord Stream 2, que canalizará combustible ruso a Europa a través de los países bálticos, esquivando a la hostil Ucrania. Estados Unidos quiere vetar esa infraestructura, pero Europa la necesita, sobre todo, las poderosas Alemania y Austria.