Austria, Francia y Alemania también apuestan por reabrir sus centrales térmicas como alternativa a la energía que hasta ahora venía de Rusia
12 jul 2022 . Actualizado a las 19:37 h.Putin ha obligado al Viejo Continente a dar un golpe de timón en su estrategia energética. Las constantes amenazas de un corte de suministro del gas procedente de Rusia están llevando a los Gobiernos a cambiar sus estrategias y poner en pausa sus proyectos de descarbonización.
Países como Austria, Francia o Alemania ya han anunciado que echarán mano de esta materia prima para sustituir —de manera temporal— el gas ruso. Los austríacos llevan trabajando ya desde hace unas semanas para poder volver a levantar la persiana de la central térmica de Mellach, situada al sur del país y que había sido clausurada en el 2020. «Nos estamos preparando para el hecho de que ya no tendremos la misma certeza de flujo de gas a la que nos hemos acostumbrado en los últimos años y décadas. Tendremos que recurrir a cualquier contribución posible para sustituirlo. El carbón es una posibilidad, por decirlo de alguna manera, y podría ayudar a reducir el consumo de gas», defendía hace unos días el director de la planta de carbón, Christof Kurzmann-Friedl.
Este mineral empieza a erigirse como una de las mejores alternativas para muchos de los socios europeos. Alemania y Francia también avanzan en este camino y se preparan para volver a poner en funcionamiento sus centrales. El Gobierno teutón anunció a comienzos de julio que había emprendido medidas para ahorrar energía, entre las que mencionó la activación de centrales de carbón, que volverán a funcionar durante el verano para permitir el almacenamiento de más gas. Eso sí, queda mucho trabajo por hacer. Porque Scholz recordó que para el 2045 Alemania quiere alcanzar la neutralidad en emisiones de dióxido de carbono, lo que quiere decir que la industria debe someterse a un proceso de modernización.
Rebajar los precios
Y en Francia, la Administración ya estudia seriamente reabrir la central de Saint-Avold, situada en la frontera norte con Alemania. Estas instalaciones, que cerraron sus puertas el pasado 31 de marzo, podrían volver a la actividad provisionalmente el próximo invierno para tratar de hacer presión sobre el mercado energético y lograr reducir los altos precios.