Rafael Castilla, jubilado de Navantia: «Soy generación 'sándwich' pero estoy feliz de cuidar a mi madre y a mis nietos»

Beatriz García Couce
Beatriz Couce REDACCIÓN

ECONOMÍA

Rafael Castilla trabajó durante 44 años en Navantia Ferrol; ahora, jubilado, recibe clases de guitarra eléctrica
Rafael Castilla trabajó durante 44 años en Navantia Ferrol; ahora, jubilado, recibe clases de guitarra eléctrica CESAR TOIMIL

Su familia, la Universidad sénior y clases de guitarra eléctrica copan su tiempo

05 ago 2024 . Actualizado a las 04:55 h.

Hijo y nieto de obreros del naval, criado en la ferrolana barriada de Bazán, Rafael Castilla estaba, como otros muchos compañeros de generación, predestinado a trabajar en el astillero. Aún no había cumplido 20 años cuando, después de estudiar un año de FP, entró en la antigua escuela de aprendices para completar su formación práctica. Salvo el paréntesis de la mili, pasó toda su vida profesional —44 años— en la factoría, que culminó, en el 2019, cuando Navantia aplicó un plan que implicaba prejubilaciones al cumplir los 61, a cambio de un rejuvenecimiento de las plantillas.

«Me despedí con nostalgia y con orgullo de haber sido un miembro de esa organización», subraya, consciente de que, para los trabajadores del naval que conocieron el tardofranquismo y los primeros albores de la democracia, el sentimiento de pertenencia a un colectivo laboral de tanto arraigo estaba por encima de las individualidades. Aunque sus primeros pasos en la factoría los dio en la fábrica de Turbinas, pronto pasó al departamento de Planificación y Seguimiento Económico de los proyectos, un auténtico termómetro de la evolución de buques que ya han quedado para la historia de la construcción naval, como el portaviones tailandés o las fragatas noruegas.

Durante una década también participó en la vida sindical del astillero, como delegado de USO en el primer comité de empresa de la democracia, con dirigentes que llegarían a las cúpulas nacionales, como el exlíder de CC.OO. Ignacio Fernández Toxo. Habla con modestia de su propia trayectoria laboral —«no vayas a decir que fui un fenómeno», bromea—, pero no oculta su orgullo por haber trabajado al lado de profesionales, tanto los que estaban a pie de taller como en la oficina técnica, que dieron prestigio internacional a la empresa

Cuando llegó el momento de cerrar la puerta a esa etapa, empezaron los sueños, como poder hacer «súperviajes», pero poco después de prejubilarse, llegó la pandemia, y modificó todas aquellas expectativas. Sin embargo, no son los grandes planes los que finalmente han llenado de satisfacción su cambio de registro. «Disfruto con la normalidad de lo cotidiano», que en su caso implica el cuidado de muchos miembros de su familia. «En Ferrol mucha gente tuvo que emigrar, así que tengo compañeros que tienen a los suyos en el extranjero, pero yo tengo la suerte de tenerlos cerca. Ahora soy generación sándwich» —alude a que tiene mayores y también gente menuda que precisan cuidados—, «porque mi madre me necesita mucho para sus cosas y lo hago feliz. También tengo dos nietos muy pequeños, y ahora disfruto de vivir de cerca su crecimiento. Acompañarlos a la piscina, llevarlos a baloncesto, recogerlos en el colegio... poder hacer esto sin estrés, me satisface mucho, más que cualquier otra cosa», explica.

Vuelta a las aulas

Sin embargo, la atención a los suyos —que se ve intensificada porque viven con su suegra, gran dependiente— no le impide disponer de tiempo para él mismo. Además de seguir con las caminatas y el gimnasio, volvió a las aulas —con la Universidad sénior— y recibe clases de guitarra eléctrica, con la que participa en un grupo, y también forma parte de un taller de inglés. Todo ello le confiere «una vida cultural e intelectual muy interesante», además de mantener activas también las relaciones sociales.

Rafael Castilla no pierde de vista el presente y el futuro de Navantia. «Hay compañeros que no quieren saber nada de la empresa, y es muy respetable, pero yo sigo con atención todas las noticias», afirma. El compromiso que mantuvo cuando estaba en activo no ha caído en saco roto. «Si estoy por Ferrol y me cruzo una manifestación, yo me sumo», asegura. Con una vida ya sin el estrés y sin madrugones, insiste en que le gustaría que el astillero tuviese un futuro brillante, para que, cuando sus nietos Antón y Carolina fuesen mayores y, si así lo deseasen, pudiesen trabajar en un naval que fue sustento para las últimas generaciones de su familia paterna.