Jorge Mira, creador de la aplicación de ventilación de la Xunta, recuerda: «A proposta da web é de mínimos. O mellor é ter abertas as ventás todo o día»
15 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Los centros educativos gallegos se esfuerzan por conseguir aulas seguras a la vez que conciencian a los alumnos de la importancia de la prevención. Y lo último que están haciendo es incorporar detectores de CO2 en las aulas: algunos han podido recibir ayuda de las familia para conseguirlos y otros intentan hacerlos por su cuenta, como el IES David Buján (Cambre). Incluso hay centros que dan un paso más y ya planean desarrollar un proyecto sobre la fabricación de detectores; claro que si se trata de un CIFP —centro integrado de FP, donde solo hay esta etapa educativa— como el de Ferrolterra, tiene la ventaja añadida de contar con una infraestructura industrial avanzada para conseguirlo.
«Nos gusta proponer este tipo de retos porque motiva mucho más a los profesores y a los alumnos»
Enrique Pazo, director del instituto ferrolano, explica que su proyecto se llama Aulas saludables en tiempos de covid y participarán en él varios departamentos del CIFP, además de convocar a empresas y a algún centro educativo de la zona. El objetivo es movilizar a profesores y alumnos para que diseñen contadores que se puedan construir en el propio instituto. Enrique Pazo explica que el objetivo es doble: «Nosotros tenemos más de 50 aulas y cada sensor cuesta sobre 200 o 250 euros, y nos dispara el presupuesto. Pero además, nos gusta proponer este tipo de retos porque motiva mucho más a los profesores y a los alumnos, que trabajan fuera de hora para completar los plazos». Y es que la idea es presentar el plan a los premios para proyectos de innovación que organiza la Consellería de Educación, que tiene un plazo de inscripción que termina el día 31. Los premios son muy importantes —los hay de 30.000 euros—, y el concurso tiene mucha repercusión porque los proyectos se presentan en una feria en el Gaiás, habitualmente por el mes de mayo. En última instancia, Pazo espera que este contador se pueda llevar a todas las aulas de Galicia, ya que su precio no deberá superar los 30 euros.
«En principio queremos que tenga un contador de presencia de CO2 y que avise con luz y sonido cuando llegue a unos valores medios o altos», comenta Enrique Pazo. A partir de ahí, no dudan en incorporar otras funciones, como marcar la temperatura, humedad o incluso ruido.
A día de hoy, la mayor parte de las 18.000 aulas que hay en Galicia no tienen un dispositivo que les avise si el aire está cargado, y los centros aplican el protocolo que el Comité Educativo aprobó a finales de octubre: hay que abrir puertas y ventanas 15 minutos al inicio y final de la jornada (mañana y tarde), todo el recreo y 5 minutos entre clase y clase; mientras dura la sesión (suelen ser de 50 minutos), se recomienda abrir las ventanas entre 2 y 5 minutos cada 15.
Solo para cuando no se pueden abrir las ventanas todo el tiempo
Para afinar más la recomendación, la Consellería de Educación ha contado con la Facultad de Física de la USC para desarrollar una app, ventilacion.usc.es, que indica una pauta de apertura de puertas y ventanas en función de cada centro y de las condiciones atmosféricas (incorporar las mediciones de MeteoGalicia ha sido una idea pionera en España).
La web empezó a funcionar el martes, y las primeras sensaciones fueron que la apertura recomendada era insuficiente para mantener el aire limpio (hasta 700 partes por millón, es decir 700 litros de CO2 en un millón de litros de aire). Jorge Mira, responsable del proyecto, recalca que «a proposta da web é de mínimos. O mellor é ter abertas as ventás e as portas todo o día. Pero hai veces que non pode ser, porque chove de lado e os rapaces móllanse, ou porque hai unha ola de frío». En ese caso, la propuesta de la web es «unha guía, unha aproximación, e de mínimos».
«Propuxemos as aperturas dun xeito similar ao que viñan facendo»
Los diseñadores de la web quisieron que esta fuese útil, y para eso no podía resultar demasiado detallada: «Tivemos que sacrificar a precisión para que fose sinxela». Por ejemplo, a la hora de introducir los datos de cada aula, en el apartado de orientación solo aparecen los cuatro puntos cardinales básicos porque «se poñiamos sureste ou noroeste o complicabamos moito». Este afán de ser prácticos les llevo a mantener el ritmo de las pautas dadas por el Comité Educativo, en la misma línea que las internacionales y estatales: «Por iso decidimos aperturas ao principio e final de cada xornada, nos recreos e entre as clases, e durante as sesión, propuxemos as aperturas dun xeito similar ao que viñan facendo», es decir, proponen abrir, por ejemplo, dos veces de 5 minutos en una clase.
Los sensores, bien colocados
También alerta Mira de que los centros que tienen contadores de CO2 deben colocarlos en lugares adecuados, «buscando o promedio», y aconseja que sea un técnico el que determine dónde deben ir. Y recuerda que deben estar bien calibrados para que el dato que ofrezcan sea fidedigno.
Mediciones imposibles
En las primeras jornadas, algunos docentes decían que si cerraban las ventanas durante 5 minutos, la concentración de CO2 pasaba de 500 a 800 ppm, y ese es un cálculo que no le encaja a Jorge Mira: «Iso quere decir que a xente da clase xenera 300 ppm en 5 minutos, e nunha sesión de 50 minutos iso serían 3.000 ppm. Ata o de agora, no inverno había moitas clases que non abrían as ventás e as portas durante toda a mañá, polo que se fose como din os profesores, os rapaces chegaban ao recreo con concentracións de 9.000 ppm e acababan a xornada, ao mellor, en 25.000». Y esas cifras son imposibles: «Aos 30.000 estás morto», apunta. ¿Se equivocan los docentes? Jorge Mira cree que el problema reside en dónde han colocado el sensor y si este está bien calibrado.
iniciativa en el ies eusebio da guarda (A coruña)
«Ceodosio», la mascota que está en el aula
El IES Eusebio da Guarda de A Coruña instaló en noviembre contadores de CO2 en todas las clases, pagados en su práctica totalidad por el AMPA, una agrupación muy potente de 500 familias. Pero además se organizó un concurso para ponerle imagen y nombre a este nuevo elemento del aula, y así involucrar a los alumnos directamente. La parte del dibujo la ganó Elisa Vidal Prego, de 1.º de ESO A, que hizo un «alienígena de expresión divertida» y hasta cola para animar las clases, y el nombre salió de la clase de 1.º de ESO C, que tenía al frente a la profesora de Matemáticas Beatriz Sixto: Ceodosio. Ahora, los dibujos llegan a todas las clases y Ceodosio, un brillante juego de palabras a partir del CO2, es un miembro más de la comunidad educativa, que ha conseguido no tener ni un solo contagio en sus aulas.