Feijoo entró en Atresmedia como líder en las encuestas y salió claramente reforzado. Supo llevar la iniciativa apoyándose en los puntos fuertes de su discurso: desmanteló la euforia de la situación económica de Sánchez, golpeó con fuerza con las excarcelaciones de la ley del «solo sí es sí» y con las concesiones a los independentistas. No faltó el uso —y abuso— del Falcon y las dudas sobre el giro de las relaciones con Marruecos. Y tampoco las relaciones con Esquerra y Bildu: «Es mucho más cariñoso con ellos que conmigo».
El líder socialista intentó sembrar las dudas sobre la capacidad de gestión del popular cuando fue nombrado para Correos, sobre los supuestos sobresueldos que le paga el PP y hasta alguna alusión velada a las excursiones en barco de su juventud.
No faltó ni un reproche por ninguno de los dos bandos, pero apenas hubo golpes bajos demasiado estruendosos. Predominó el eslogan y faltó concreción. Casi la única propuesta que salió a la palestra fue la que lanzó Feijoo a su oponente para garantizar que el más votado el 23J pueda gobernar. El candidato del PP lo firmó a la media hora del inicio del debate y se lo ofreció media docena de veces. Pero el socialista se levantó de la mesa sin siquiera abrir la carpeta que le tendía su adversario y con una pregunta flotando en el aire: «¿Está usted dispuesto a gobernar si pierde las elecciones?». Sánchez, que apeló al fantasma de Vox durante casi todos los momentos en los que se vio apurado, se limitó a responder con un «pregúntele a Vara», en referencia al acuerdo de Extremadura.
Sánchez chocó contra un inesperado sentido del humor de Feijoo, se reivindicó como un líder limpio y autónomo y reivindicó su papel internacional, pero en su minuto de oro recurrió a ETA y pareció demasiado lejos de los electores.
Feijoo, que se definió como «previsible, europeísta y atlantista», matizó las palabras de su contrincante: «Usted no es creíble. El sanchismo es soberbia, no dejar hablar y arrogancia». Quedan 12 días.