Algunos confiesan que no se fiaban «en absoluto» de votar por correo
23 jul 2023 . Actualizado a las 23:37 h.Pocos días después de que Pedro Sánchez anunciara el 29 de mayo la convocatoria de elecciones generales, Beatriz recibió un mensaje en el grupo de Whatsapp que tiene con residentes en Madrid que, como ella, llevan décadas pasando los veranos en Cabanas, en la costa coruñesa. La propuesta que acompañaba el mensaje era alquilar un autobús desde ese municipio coruñés para poder ir a votar en persona a Madrid el 23 de julio.
A Beatriz que, como confiesa entre risas, no se fiaba «en absolulo» del voto por correo, la idea le pareció fantástica y, junto con otra treintena de personas, acabó enrolándose en la aventura. Porque incluso antes de que la polémica del voto por correo subiera los decibelios de la campaña, estos vecinos de Madrid preferían llevar su voto en mano. Pero conducir durante los 600 kilómetros que separan la capital de este pueblo de la costa atlántica les daba a muchos más pereza que viajar en compañía. Sobre todo cuando no hay que coger el volante. De ahí la idea del autobús.
Y después de haber salido de Cabanas el sábado en torno a las 10 de la mañana, ayer a las siete de la tarde, ya estaban rumbo a Galicia con su misión cumplida. Todos ejercieron su derecho al voto antes de las 12 menos cuarto de la mañana. A esa hora debían de estar ya todos listos para partir de nuevo desde la Plaza de Castilla con rumbo a Galicia.
Parada en Arévalo
«Como a algunos de los que solemos veranear aquí les daba pereza coger el coche para ir hasta Madrid a votar, a alguien se le ocurrió la idea y aquí vamos entre treinta y cuarenta personas», cuenta por teléfono desde el autocar durante el camino de vuelta. El viaje, dice, no se les ha hecho largo: «Vamos charlando...» E incluso han aprovechado para hacer algo de turismo.
«En el viaje de ida paramos a comer en el kilómetro 303 —a la altura de La Bañeza—, llegamos a Madrid a media tarde y luego cada uno se fue a su casa. Al día siguiente, cada uno votó en su zona y volvimos a quedar a las doce menos cuarto para regresar», recuerda. Pero a la vuelta la parada para comer fue más larga: «Paramos en Arévalo. Algunos comieron cochinillo, otros lechazo.... Lo pasamos bien», dice desde la ruta. En un rato estarán ya de nuevo junto a la playa. Beatriz cree que el esfuerzo ha valido la pena.