Dejémonos de pactómetros y politólogos. Las palabras esdrújulas son como la pirotecnia: resultonas, pero poco eficaces. Mucho mejor echar las cuentas a mano, sin el ruido de fondo de los tertulianos y todólogos. Y la aritmética lo dicta alto y claro: la única fórmula posible para que Pedro Sánchez sea presidente del Gobierno pasa por una investidura en segunda vuelta con la abstención de Esquerra (13 escaños) y el respaldo de PSOE, Unidas Podemos, PNV, Más País, CC-NC, PRC, BNG y Teruel Existe: 169 síes frente a los 168 noes de PP, Vox, Cs, JxCat, Bildu, la CUP y Navarra Suma. Mayoría simple. Punto. El resto es onanismo y columnismo Satisfyer.
No hay más cera en esta capilla ardiente en la que todavía está por ver quién hace de difunto. ERC es indispensable para el Ejecutivo de coalición trenzado por Sánchez e Iglesias. Cs no está ni se le espera y el PP no se abstendrá. Porque es la alternativa y, metidos en estas arenas movedizas, lo único que faltaba es cegar un futuro relevo en la Moncloa y, de tacón, echar aguardiente a la lareira para convertir a Abascal en líder pirómano de la oposición.
Aunque Rufián amague ahora con pedir la amnistía, la autodeterminación e incluso el desmantelamiento del Imperio romano, Sánchez será investido en diciembre con la abstención de ERC. Eso, teatrillos al margen, está hecho. El problema viene después, cuando Nadia Calviño se ponga a elaborar unos Presupuestos que tienen más de telaraña que de sutil encaje de Camariñas.
Entonces, como en la pasada legislatura, reventarán las costuras del zombi y vuelta a la noria. Terceras elecciones y más Vox. Un caos, sí. Pero de diseño.