Todavía hay quien le echa en cara a Jesús Vázquez que cuando su nombre sonaba como candidato a la alcaldía de Ourense por el PP él practicase el no sabe/no contesta y se limitase a responder que estaba a disposición del partido. Esa puesta en escena, en una ciudad donde la elección de los candidatos populares nunca fue una cuestión sencilla, la interpretaron algunos como sumisión a Núñez Feijoo. Si recuperar Ourense fue un encargo del presidente del PPdeG (y su jefe en la Xunta hasta hace bien poco), lo cierto es que Jesús Vázquez se lo tomó en serio. Fue el candidato que más pisó la calle y, aunque lo negase, el cansancio era evidente: acabó la campaña con un esguince. Ese carácter cumplidor -aunque no alcanzó la mayoría absoluta que le encomendaron- lo definió en su etapa como conselleiro de Educación y Cultura. De fuerte carácter en el ejercicio de su autoridad, lo que no le niegan en Santiago es su coherencia. Si decía que algo no se hacía, no se hacía. Pero si decía que sí, así sucedía. La palabra, por tanto, podría ser una de las virtudes de un aspirante a la alcaldía de Ourense que no deja de aludir al diálogo, algo que ahora puede suscitar hilaridad en los sindicatos, que tuvieron que sentarse a menudo con él y que echaron en falta un talante más negociador.
Presume de haber visitado todos los centros educativos de Galicia y lo que para unos es una muestra de que está en contacto con la realidad, para otros es un comportamiento de cierta hiperactividad.
De fuertes convicciones, buscar acuerdos no fue precisamente su fuerte en la consellería. Ironías de la vida, los necesitará (y ya ha empezado a buscarlos) si consigue ser alcalde.
Uno nace y se hace. Jesús Vázquez también. El cercano profesor de Empresariales que fue decano de su facultad y que de ser diputado pasó a dirigir Educación con mano de hierro piensa ahora en ser alcalde.