Solo la corrupción despertó a la vicepresidenta en el debate contra los «señores»
ELECCIONES 2016
Tampoco renunció Soraya Sáenz de Santamaría a los clásicos: cuatro años después, regresó a ZP para arrojárselo a Sánchez
08 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.De la pintura cortesana a la negra. Entró Velázquez al debate y salió Goya, dos siglos por delante. A Soraya Sáenz de Santamaría, Pablo Iglesias la había apodado «menina» en las vísperas. Pero anoche, en televisión, no apareció la sirvienta bajita de nadie. Acartonada en principio, como limitándose a recitar los temas de un examen, emergió luego una vicepresidenta con ganas de comerse a los rivales. Tardó, pero, espoleada por el bloque temático de la corrupción, se transmutó en Saturno devorando a un hijo; a tres, en realidad. A tres «señores», como les llamó en hasta cinco ocasiones, metiéndolos a todos en el mismo saco.
Licenciada en Derecho y abogada del Estado, en política desde los 29, a sus 44 años la número dos de la Moncloa compareció bregada en mil batallas de Congreso. La vallisoletana arribó al plató transmitiendo aplomo, suelta cual melena al viento. Luego, entrada en faena, mostró a veces su perfil acusador, cultivado en la oposición frente a Rubalcaba, Fernández de la Vega y Salgado, y otras, el defensivo, desarrollado tras su ascenso a los cielos del poder en las Navidades del 2011. E incluso el distante, al inicio, como comiendo palomitas mientras sus adversarios se despellejaban entre ellos.
Al margen de salir a defender los recortes con un peluco de tres ceros en la muñeca, en la exposición cometió al menos cuatro errores: se trastabilló dos veces, confundió la reforma electoral con la educativa y dijo «España» cuando quería pronunciar «PP». De su intervención, no obstante, se recordará el repaso a Rivera a cuento de las consecuencias del cierre del Senado, su invitación al presidente de Ciudadanos a «trabajar juntos», el reproche común a los oponentes -«es muy fácil hablar, es muy difícil gobernar», les espetó- y el concepto acuñado para responder al ataque del número uno de Podemos a propósito del caso Bárcenas: «Paga, señor Monedero, paga». Tampoco renunció a los clásicos: cuatro años después, regresó a ZP para arrojárselo a Sánchez.