Mariano Rajoy, incómodo con los escándalos, fía sus bazas al empleo
ELECCIONES 2016
Agita la herencia del PSOE en un careo de tono bronco y sin más profundidad que las promesas electorales
15 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.«¿Te parezco tan aburrido como dicen algunos?». Rajoy alcanzó su pico de locuacidad a las puertas de la campaña con una pregunta que sonó a confesión atiborrada de retranca. Un futbolín improvisado en el salón de Bertín Osborne había creado el clima propicio. Era como jugar en casa. El presidente estaba cómodo y se soltó. También lo hizo el sábado pasado con María Teresa Campos. Pero una cosa son los programas de entretenimiento y otra el careo político. Sabedor del riesgo que asume el que poco tiene que ganar, el candidato del PP administró sus cartas en consecuencia.
Llegó Rajoy a su cuarto debate electoral (dos con Zapatero y uno con Rubalcaba, como él recordó) flanqueado por su jefe de gabinete, y director de campaña, Jorge Moragas, y por la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez. Y fue a su libro desde el primer minuto. Su objetivo, enunció, es crear empleo. Ante los primeros ataques de Sánchez, también esta vez el líder del PP abrió interrogantes, pero serias y con respuesta, la suya. «¿Quién habla hoy del rescate de España? Nadie». Armado con un arsenal de cifras, Rajoy se prestó a un intercambio de golpes con escasa profundidad. Confió su juego a la promesa de dos millones de empleos frente a una alternativa incierta que, aventuró, supondría retroceder en el túnel de la crisis. Y reformismo, a discreción. «No tienen ustedes credibilidad, porque una de las razones de la crisis es que no hicieron reformas».
Pagar las pensiones
Tantos números manejó Rajoy que hasta se enemistó con ellos. Tras negar el rescate financiero, asumió que España deberá devolver 25.000 millones, y apostilló que esa amortización no comenzará hasta dentro de 10 años. Pero sus golpes también encontraron la mandíbula de Sánchez, al que recordó que el Gobierno del PSOE dejó 16.000 millones en impagos en sanidad. «Tuvimos que seguir pagando las pensiones con dos millones menos de cotizantes», reprochó Rajoy, que desacreditó con sorna las cifras del rival: «Eso es un papel que tiene usted que pone PSOE».
El careo tuvo momentos, pocos, que no hubieran desentonado en un guion de Woody Allen. Como cuando, ante una denuncia de su interlocutor sobre el aborto, Rajoy se enrocó en una infructuosa petición de cuentas. «Explíqueme por qué he recortado yo el derecho de las mujeres a ser madres», exhortó.
Pero el presidente tuvo su «hasta aquí hemos llegado» cuando Sánchez se fue a por él a cuenta de la corrupción: «No es una persona decente». «Es usted ruin, mezquino y deleznable», recriminó exaltado Rajoy. En ese cisma, evocó Galicia. Para repasar su dilatado currículo político y para afear al líder socialista que compartiera mitin en A Coruña con el «imputado» Besteiro. A esas alturas, el barro rezumaba por encima de la mesa. Rajoy sí pareció aburrido, al menos tanto como Sánchez.