Pedro Sánchez, disperso en el área económica y azote contra la corrupción
ELECCIONES 2016
El líder de la oposición cita hasta siete veces a Rato para evocar el rescate y desgastar al PP
15 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Pedro Sánchez llegó al plató decidido a acorralar a Rajoy con su percha, su locuacidad y el vigor que le dan los 17 años que tiene de menos. Lo consiguió solo en parte. Porque ni siquiera la mochila que trajo al hombro, esa mochila con la que pernoctó en casa de militantes socialistas de toda España antes de ser su secretario general, le permitió escenificar la brecha generacional con el líder del PP, porque enseguida fue arrastrado hacia el mundo viejuno del debate en ese formato de mesa camilla, en la que solo faltó repartir cartas y cantar las cuarenta en bastos.
La imagen de Sánchez, y la de cualquier político del siglo XXI, gana prestancia en un debate de pie y de actitud proactiva, como el visto la semana pasada, de la misma forma que a Rajoy le debió resultar cómodo el sustento de la mesa para leer papeles.
Sánchez arrancó con el ánimo aparente de no perder demasiado el tiempo, sabedor de que en este debate se jugaba buena parte de las posibilidades electorales de arribar a la Moncloa. Pero ocurrió que, por intentar abarcar demasiado, el licenciado en Económicas por la Universidad Complutense se acabó dispersando precisamente en el bloque económico. El moderador lo llamó a la cuestión en la primera frase, cuando quiso afear que Rajoy no acudiera al debate de la semana pasada y enviara en su lugar a la vicepresidenta del Gobierno.
Espesura al principio
Y la espesura le siguió rondando en los primeros 20 minutos. Entró de inmediato en el que, a priori, era su punto más fuerte en relación a Rajoy: la corrupción. La sacó a relucir en el minuto 11 y hasta en siete ocasiones citó el nombre de Rodrigo Rato, al que aludió como «gurú» económico del presidente del Gobierno, para describir con trazo grueso los puntos más débiles del PP en la gestión de la crisis.
Rajoy, más centrado en el objetivo de crear empleo, estuvo más sólido en esa primera fase, hasta que Sánchez encontró en las políticas sociales y los recortes practicados en los últimos años su tabla de salvación para sacar la cabeza de debajo del agua.
Las referencias a la educación, a la cantidad de universitarios, a la universalidad de la sanidad y, sobre todo, a las pensiones y a los pensionistas, donde está una importante bolsa de votantes que se disputan PP y PSOE, le dio a Sánchez fluidez en un discurso frente a un Rajoy que continuó anclado al bloque anterior: a la idea de que no hay política social sin empleo.
Pero fue la corrupción lo que le permitió a Sánchez ganar por la mano a un Rajoy que limitó a mostrar su desaire cuando le dijeron que tenía que haber dimitido por el caso Bárcenas. Con tono duro, Sánchez le espetó al presidente que no era «un político decente», a la vez que remarcó que Bárcenas no había devuelto lo robado. Y Rajoy, que le llamó «ruin y mezquino», se dejó ir cuando para responder tuvo que leer lo que había hecho su Gobierno contra la corrupción.