Está campaña pasará a la todavía breve historia de la democracia reciente en España por la concentración de las estrategias de los partidos en el foco televisivo
15 dic 2015 . Actualizado a las 14:53 h.La campaña del vaso de leche
En la escena cumbre de Sospecha, Hitchcock logra atrapar por las solapas al espectador con un simple vaso de leche. El director sumerge a Cary Grant en la oscuridad de la escena y centra la luz en el recipiente que porta mientras sube una escalera que parece no tener fin. Para conseguir su objetivo ha instalado previamente una bombilla dentro del vaso. Un truco sencillo con un resultado memorable. También está campaña electoral pasará a la todavía breve historia de la democracia reciente en España por la concentración de las estrategias de los grandes partidos en el foco televisivo. Fuera del fogonazo de los platós solo queda la penumbra. Puede que los gurús de esas formaciones se feliciten de los réditos que les aporta el medio en términos de audiencia, pero el resultado en información al ciudadano es un fiasco absoluto. Nunca como ahora los programas han sido tan despreciados por los candidatos, y eso quedará en su debe.
Y lo llamaron debate
El desprecio por las propuestas volvió a quedar patente en el fallido careo de ayer. La refriega dialéctica de Rajoy y Sánchez desafió los códigos que Kennedy y Nixon establecieron hace 55 años, en el primer debate televisado de la historia. Aquel evento, seguido por más de 70 millones de personas, demostró que también la política tenía potencial como espectáculo de masas. De allí salió el lenguaje que desde entonces marcó este tipo de actos, desde la iluminación, hasta el tono de los decorados. Y ya entonces hubo juego subterráneo, que además fue decisivo para el que el bronceado Kennedy derrocara en la pantalla a un Nixon sudoroso. Los asesores del primero se habían ocupado del termostado del climatizador. Pero lo de ayer fue otra cosa. Rajoy entró al cuerpo a cuerpo que le planteó un Sánchez acorralado por las encuestas y por la oportunidad perdida en el debate a cuatro, el candidato socialista solo tenía en mente decirle cuatro cosas al líder del PP. Este abrazó el tono bronco, buscando tal vez retratar a un contrincante desesperado. Y las propuestas se fueron por el desagüe. En otro canal, Rivera e Iglesias, evocando su etapa de tertulianos, se relamían con la refriega.
¿Y Galicia qué?
En el debate también estuvo presente Galicia. Por supuesto, no para anunciar ninguna promesa. Solo fue una pasada en el recorrido del ventilador. Rajoy recriminó a Sánchez que mantenga en el cargo al «imputado» Besteiro. El líder del PP anticipó así la batalla de las autonómicas gallegas que comenzará el lunes. Porque, ante la evidencia de que el domingo no saldrá de las urnas ninguna mayoría absoluta, la atención ya se centra en Galicia. La encuesta de Sondaxe que el domingo publicó La Voz augura el escenario más abierto de la autonomía, en el caso de que se cumplan los resultados de las generales en esta comunidad. Con Feijoo deshojando la margarita de la opción a un tercer mandato, incógnita que dice que despejará en abril, el PP se enfrenta a un futuro incierto. No más que el del PSdeG, cuyo líder, como se ve, ya tiene el espacio reservado en la diana de los populares. En la ola seguiría la coalición En Marea, cuyo éxito puede convertirse en el epitafio del nacionalismo. Y a ver entonces quién habla de la leche.