Albert Rivera: Voluntario para el futuro, a frenar el populismo y vencer al inmovilismo

Carlos Punzón
Carlos Punzón VIGO / LA VOZ

ELECCIONES 2016

Rivera repitió los términos «futuro», «modernidad» y «ambición» y los ligó a una propuesta en casi todas sus intervenciones

14 jun 2016 . Actualizado a las 07:17 h.

Albert Rivera fue dos veces campeón de natación en Cataluña en la modalidad de braza y recuperó ese estilo para el debate. Brazadas amplias y decididas en la superficie para repetir una y otra vez los términos «futuro», «modernidad» y «ambición» y ligarlos a una propuesta en casi todas sus intervenciones, y por debajo tratar de avanzar rápidamente dando intensas patadas, pero en lugar de al agua, a Mariano Rajoy y a Pablo Iglesias. Al popular lo fue dibujando como un conformista, algo que indicó no se merecen los votantes del PP, a los que se ofreció abiertamente. Y tras decirle que no se trata de una cuestión personal, llegado el capítulo de la corrupción, le espetó a Rajoy que «no es de fiar». Agitando las piernas en las aguas más turbias del debate, llegado el capítulo de la corrupción, el presidente de Ciudadanos dejó de bracear y seguir marcando el futuro, y en su lugar resucitó los SMS a Bárcenas y dejó en el aire la sospecha de los 343.000 euros de sobresueldo que el extesorero del PP dijo haber abonado al presidente popular.

Avanzando en su discurso, Rivera tocó la tecla de la unidad de España, asegurando que con él la sanidad, la educación y la dependencia sería objeto de una política común e igual en todo el Estado. Prometió 2.300 millones para la investigación y el desarrollo en una nueva brazada, mientras dio también su palabra de no subir los impuestos.

Pero eso en superficie. Por debajo intensificó sus sacudidas para agitar el miedo a Podemos, «su populismo» y «a un lobo con piel de cordero», como calificó a Iglesias, que avisó quiere «machacar» a la ciudadanía y a los autónomos a impuestos. Pero no se quedó ahí. La financiación de Venezuela a Podemos con siete millones de euros a través de la fundación que integraba Iglesias fue su más duro golpe de izquierda, tras varios ganchos con los que Rivera insistió en que «nos quieres sacar del euro Pablo».

El acuerdo alcanzado con Pedro Sánchez antes de disolverse las Cortes hizo que apenas se dirigiera al PSOE, al que sí identificó con lo viejo, con los modos que él sobre todo trató de presentar como desfasados en el PP. «Tengo un sueño para este país», dijo emulando a Luther King al final, cuando encaró la meta en la última brazada.

Pose militar para aplacar los nervios

El candidato de Ciudadanos ha aprendido de sus errores. La postura militar de pies juntos le ha valido para aplacar la imagen de nerviosismo que le hizo perder enteros en el debate a cuatro de las anteriores elecciones. En eso le ayudó el atril. Rivera echó mano de propuestas, pero aprovechó para atacar directamente al candidato de Unidos Podemos. Sus gestos al dirigirse a él o rebatir sus ataques mostraron sus diferencias. Con su indumentaria (traje oscuro con camisa blanca, pero sin corbata) marca la distancia con los partidos tradicionales, pero también con las mangas de camisa del emergente Unidos Podemos. Aire fresco, pero seriedad. Rivera esquivó como pudo la perenne acusación de haber pagado en negro con la que Rajoy trató de escudarse de uno de los argumentos que más teme: la corrupción.