Pedro Sánchez: La fábula del Gobierno que no pudo ser para atacar la pinza de Podemos y el PP

Domingos Sampedro
Domingos Sampedro SANTIAGO / LA VOZ

ELECCIONES 2016

Pedro Sánchez pecó de mitinear en exceso con un discurso poco natural y encorsetado sobre todo en el arranque

14 jun 2016 . Actualizado a las 07:05 h.

El candidato del PSOE a la presidencia, Pedro Sánchez, acudió al debate a cuatro cabalgando sobre la melancolía. Su apuesta consistió básicamente en defender su alternativa al Gobierno de Mariano Rajoy con un gran ejercicio de fabulación, que pivotaba sobre las constantes alusiones que hizo a las reformas que ya estarían ahora mismo en marcha si «los dos extremos», como se refirió al PP y a Podemos, no hubieran impedido el cambio político que él abanderaba.

Sánchez no perdió siquiera un minuto para mostrar su estrategia. Sus primeras palabras fueron para trasladar la idea de que el cambio todavía es posible el 26J, aunque eso «va a depender», dijo, de que se movilicen los «millones» de votantes socialistas indecisos. Pero dicho eso, las segundas palabras las dedicó a lanzar el primer estilete contra Pablo Iglesias Turrión, cuando afirmó que la derogación de la reforma laboral «hoy podía ser una realidad» si el voto de Podemos no fuera coincidente con el del PP en la fallida sesión de investidura.

Y una vez que Sánchez lanzó el primer reproche contra Iglesias, ya no cesó. Hasta en nueve ocasiones le recordó al líder de Podemos que ya podía estar derogado el copago farmacéutico para los pensionistas o la LOMCE, que podía haber una nueva fiscalidad para financiar las pensiones y reforzar las ayudas a la dependencia, pero que no se pudo hacer por la «intransigencia del señor Iglesias», remarcó Sánchez una y otra vez, de quien dijo que «piden el voto del cambio y vetan el cambio».

Iglesias mostró cierta incomodidad con los ataques: «Se equivoca de adversario», marmulló el líder de Podemos, si bien Sánchez en ningún momento echó el freno y acabó aireando que Podemos reivindica la autodeterminación para Cataluña, Galicia y el País Vasco o que Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, simpatiza con la independencia.

Pero no se olvidó Pedro Sánchez de lanzar unos cuantos dardos hacia su derecha, aunque este flanco pareció dejárselo a Rivera. El principal de todos ellos fue cuando el líder del PSOE le espetó al presidente en funciones que tendría que haber dimitido cuando se conoció el caso de presunta financiación ilegal del PP. Eso sí, ni rastro de aquel «no es usted un político decente», del debate de diciembre.

Más un mitin estudiado que debate

El retraso de Pedro Sánchez puede interpretarse como una prueba de que era el que más tenía que perder o ganar en el debate. Su objetivo estaba claro, lo indicaba incluso la elección de una corbata rojo oscuro, un color que como dice el analista de Mark Woodman pretende trasmitir confianza para ganar a Unidos Podemos en la carrera a la Moncloa. Sánchez pecó de mitinear en exceso, sobre todo al principio, con un discurso poco natural y encorsetado. Y más aún de redundar una y otra vez en el hecho de que no le habían dejado formar Gobierno. Dejaba entrever su resentimiento.

Se le veía con el mensaje estudiado, usando palabras en positivo. El discurso, con alguna frase repetida, con el que intentó ganarse al indeciso, cambió de tono cuando el debate comenzó a acalorarse. Ahí le perdieron los gestos.