El regreso de Rajoy al lugar de los hechos

María Cedrón PONTEVEDRA / LA VOZ

ELECCIONES 2016

V Televisión

El presidente en funciones vuelve a realizar el mismo recorrido que hace seis meses cuando fue agredido

17 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Rajoy sacó pecho en Pontevedra este jueves. El presidente en funciones llegó con retraso de su reunión en Santiago con varias oenegés. Pero no renunció a repartir papeletas «por su ciudad», ni tampoco a pasar por la plaza de A Peregrina, el mismo lugar en el que el pasado 16 de diciembre fue agredido por un menor que, además de dejarle una señal en la mejilla, hizo que sus gafas saltaran por los aires.

Rajoy pudo escoger una vía más recta para llegar al Teatro Principal, donde pronunció el mitin y donde justo el pasado mes de febrero fue declarado persona no grata, pero quiso pasar por la Peregrina. Dice que la patrona le da suerte. El despliegue de seguridad en esta campaña, con España en alerta IV, es férreo. Mucho mayor que en carreras electorales anteriores. Los que estaban más cercanos a él, incluso se iban pasando un pequeño maletín que, aunque imitaba un guardaplanos, realmente era un desplegable antibalas.

Fue justo en ese mismo lugar, en A Peregrina, donde lo esperaban varias personas que sostenían grandes paraguas de color negro con la inscripción «Non a fusión de Cotobade», la segunda unión de concellos que pretende hacer el Gobierno de Feijoo en Galicia después de la de Oza-Cesuras, con los miembros de la Plataforma Ence Fóra y con algún otro espontáneo que aprovechó para, refugiado en la protesta, recriminarle los recortes. «¡La calle es pública!», gritaba una de las mujeres con paraguas tras ser invitada a no acercarse más de la cuenta al candidato popular. Rajoy ignoró los ataques, continuó el paseo y fue parándose con algún simpatizante.

Otros grupos de manifestantes también lo esperaban frente al Teatro Principal. En Santiago también hubo protestas de miembros del sector lácteo. Junto a la puerta, un pequeño grupo de jóvenes repartían discretamente y de forma pacífica dípticos de apoyo al pueblo saharaui.

Los primeros no dejaban de gritar: «Presidente e PP a mesma merda é». Los que seguían los pasos de Rajoy -simpatizantes algunos, militantes llegados de diferentes puntos de la provincia otros-, no se amedrentaron. Aunque el presidente en funciones caminaba blindado por un numeroso despliegue de seguridad, respondieron con otra ofensiva verbal al unir sus voces al grito de «¡presidente, presidente!».

«Veña, berra», espetó una mujer a su acompañante al tiempo que lo animó con el codo cuando comenzaron a escucharse más los gritos de los que protestaban que los de los que lo jaleaban ondeando pequeños carteles azul oscuro que, recordando el estilo de las campañas norteamericanas, mostraban un «A Favor». Después de saludar con la mano a los que tuvieron que quedarse fuera, Rajoy entró en el teatro. No cabía un alfiler. Alguna señora de peluquería tuvo que agacharse y espiar por un cristal lateral para verlo.

«Ya recuperamos las gafas»

El candidato popular recordó con humor lo ocurrido hace seis meses en la ciudad. Lo hizo al comenzar la intervención: «Ya recuperamos las gafas después de la última vez». Al acabar, aunque algunos de los que protestaban aún no se habían ido, salió por la puerta principal. Esta vez solo avanzó a pie unos cien metros, hasta alcanzar el coche. Lo hizo arropado por gritos de «Oe, oe, oe, oe...», mientras sus guardaespaldas usaban esa mirada de los cazadores para evitar que algún manifestante se acercase.

Más largo fue el recorrido previo a comenzar el mitin. En un canutazo dio el pésame al Gobierno británico por la muerte de la diputada laborista tiroteada. Luego aprovechó el paseo para repartir trípticos, hablar con niños, saludar en las tiendas, dar la mano a algunos de los que disfrutaban de una caña o un café en las terrazas, sacar una foto con el sastre Valiño, un histórico de Pontevedra que le hacía los trajes a Luis del Olmo o parar con una vendedora de la lotería de la Cruz Roja. Incluso le regalaron un boleto que luego dio a guardar a la ministra en funciones Ana Pastor. ¿El número? «No quiero verlo que no compré», contestó la diputada Pilar Rojo. Después continuaron el paseo rumbo a la plaza de A Peregrina.

Ante las protestas de manifestantes, sus seguidores respondieron al grito de ¡presidente!

El día en que Nico le dio por fin la mano al presidente

Nico es de Sanxenxo. Tiene 7 años. El jueves le pidió a su padre José que lo llevara a Pontevedra. ¿Por qué? Porque, como cuenta con una timidez que invita a sacarle las palabras con sacacorchos, «había visto varias veces a Rajoy paseando por Sanxenxo y quería conocerlo». El padre no tuvo otra y lo llevó: «Nuestros padres no hacían esto por nosotros», reconoce.

El pequeño arrastró al padre hasta la ciudad del Lérez, se plantó delante de la puerta de la sede del PP con permiso de los miembros del equipo de seguridad y esperó. Nico se encontró allí con Iria y Marta, otras pequeñas de su edad de Sanxenxo que habían ido con su madre y, una de ellas, a su vez, encontró allí a la abuela.

Esperando para la foto

El despliegue de seguridad fue aumentando. Rajoy había salido ya de Santiago. Ana Pastor y Alfonso Rueda bajaron hasta la puerta para aguardar al presidente en funciones. Vieron lo nervioso que estaba el pequeño y el motivo, y le dieron un consejo: esperar junto a la puerta.

Entonces llegó el coche oficial. Ya al verlo a lo lejos, su pequeño fan puso cara de asombro. Estaba realmente atónito. Su ídolo se acercó, le acarició la cara y dijo: «Vamos a hacernos una foto». Salieron todos.

No fueron los únicos pequeños que se fotografiaron con él. Justo al otro lado de la calle, otro paró al candidato: «Le pregunté por su sobrino que va en clase y me preguntó cuándo las acabábamos».

Nico no dejó de acompañarlo durante todo el recorrido. Más adelante, su padre también lo saludó. Feijoo lo felicitó por la educación que está dando a su hijo. Son las nuevas generaciones.