Para ciertos líderes políticos, Galicia es como ese niño que le tira de la camisa al padre para preguntarle hacia dónde van y solo recibe como respuesta: «No seas pesado, mocoso, que ahora estoy con los mayores». O como el ingenuo ciudadano que pretende que le atiendan al momento en la ventanilla de Larra. «Vuelva usted mañana», que es hora del café. Cansa recibir o paternalismo o indiferencia. Es difícil elegir entre ser los pobriños del norte o no ser nada. Hay quien recuerda con pelos y señales el primer logro de Dinamarca y el último drama de Venezuela. Pero es tan prosaico hablar de la leche, de los astilleros, de la cuota del cerco... Un estadista no está para pisar esas ciénagas. Su guerra es otra. Algunos cuelgan un póster de Kennedy en su despacho, pero su camino se parece más al de Rosa Díez.