No concurría a estas elecciones ni tiene, dice, más aspiración personal en la política que la alcaldía de A Coruña. Pero, aunque finalmente no apareció en el cartel de las sonrisas, Xulio Ferreiro fue el elegido por Pablo Iglesias para poner rostro a su franquicia en Galicia. En él quiso encarnar la puesta en práctica de la nueva política que predicó. Pero la formación morada, con la que en estas elecciones se identificó más que nunca Marea Atlántica, perdió en A Coruña casi diez mil votos en seis meses. Un año después de acceder al Gobierno local difícilmente se podrá achacar al desgaste, sobre todo en un contexto en el que el PP de Rajoy remontó su peor pesadilla. Más bien parece que en el resultado de ayer en A Coruña pesa el lastre del desencanto que siembra Iglesias cuanto más se expone y la percepción de los votantes del uso del poder de un Gobierno en minoría con dificultades para gestionar y para alcanzar acuerdos con un PSOE que le facilitó la alcaldía. Más de cuatro puntos (26,4 frente a 31 %) se esfuman en el bastión coruñés a cinco meses de las autonómicas.