El líder del PP sale reforzado y Sánchez, muy debilitado, pero solo una rebelión en el PSOE rompería el bloqueo actual
26 sep 2016 . Actualizado a las 11:53 h.Feijoo lo ha vuelto a hacer. Por tercera vez, el líder del PPdeG sale al rescate de un Mariano Rajoy en horas bajas y le ofrece un trampolín desde el que afianzarse en la política nacional y en su propio partido. A comienzos del 2009, eran pocos los que en España apostaban un euro por la continuidad de Rajoy al frente del PP. Un año antes, había sufrido su segunda derrota consecutiva en unas generales contra José Luis Rodríguez Zapatero. El partido era un hervidero de conspiraciones contra el líder, con Esperanza Aguirre a la cabeza, y las elecciones gallegas de marzo de aquel año se esperaban como el golpe final que lo tumbaría definitivamente. Pero la inesperada victoria de Alberto Núñez Feijoo resucitó a un líder al que todos daban por muerto y que cuatro años más tarde, tras laminar a todos sus críticos, ganaba las generales en el 2011 con la mayor victoria en toda la historia del PP.
El rescate del presidente
Solo un año después de aquello, Rajoy volvía a estar en la cuerda floja, a lomos de una ola creciente de impopularidad debido a los recortes y una subida de impuestos que siempre había negado. El fracaso en las elecciones andaluzas de marzo del 2012 y las crecientes amenazas de rescate a España tenían a Rajoy al borde del K. O. Y de nuevo fue rescatado por Feijoo con su rotunda victoria por mayoría absoluta en las gallegas de octubre del 2012, que supuso un punto de inflexión en el que el líder del PP se apoyó para enderezar el rumbo desde el Gobierno.
Mucho más difícil para Sánchez
Tras las elecciones de ayer, Rajoy sale catapultado por tercera vez gracias a un triunfo de Feijoo. Resulta indudable que el mérito principal de esta victoria es del líder del PPdeG, pero esta mayoría absoluta, unida al batacazo del PSOE en Galicia y en el Pais Vasco, supone un claro impulso político para Mariano Rajoy, que acaba con cualquier especulación sobre su posible paso atrás para que sea otro dirigente popular el que intente llegar a la Moncloa. Aunque desde la oposición se insistirá hoy en que el éxito es solo de Feijoo y en que por ello Rajoy no sale reforzado, es obvio que en el caso contario, el de que el PP hubiera perdido la Xunta, esos mismos críticos habrían interpretado lo sucedido como un fracaso de Rajoy que le deslegitimaba para ser presidente del Gobierno. Los resultados de ayer no implican ni mucho menos que Rajoy vaya a tener más fácil convertirse en presidente del Gobierno, pero sí ponen las cosas mucho más complicadas a Pedro Sánchez.
Si hasta ayer el líder socialista tenía muy difícil ejecutar el doble salto mortal que supondría convertirse en presidente del Gobierno con menos de una cuarta parte de los diputados del Congreso, a partir de hoy lo tiene prácticamente imposible. Sánchez se ha quedado sin argumentos a su favor para intentar esa aventura, mientras sus críticos, dentro y fuera del PSOE, se cargan de razones. El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, nunca estuvo por la labor de sumarse al pacto a tres con el PSOE y Podemos para desbancar a Rajoy, pero ahora Sánchez tiene difícil siquiera plantearle esa hipótesis. Su otra posibilidad, la de articular una mayoría apoyándose en los partidos nacionalistas, cuenta desde ayer con más detractores en el PSOE de los que ya tenía, que eran muchos y notables.
Y es ahí, en la batalla interna del PSOE, donde reside la única posibilidad de que las elecciones gallegas y vascas rompan el bloqueo político en España. El PP tiene nulas esperanzas de que el líder socialista recapacite y acabe por abstenerse para facilitar que Rajoy sea investido presidente del Gobierno.
Difícil rebelión en el PSOE
Los populares tienen claro que la reacción de Sánchez va a ser la de enrocarse. A un mes de que concluya el plazo para formar Gobierno, lo que obligaría a convocar nuevas elecciones, las expectativas del PP y de Rajoy pasan por una rebelión interna en el PSOE que acabe con el liderazgo de Sánchez y que lleve a los socialistas a permitir la formación de un Gobierno que considerarían provisional, a la espera de su renovación interna.
¿Qué posibilidades reales hay de que eso suceda? Escasas. Aunque el líder del PSOE tendrá difícil justificar hoy ante sus más fieles en la comisión ejecutiva permanente su pretensión de lanzarse a la investidura, y mucho más difícil hacerlo en el comité federal que convocará para el 1 de octubre, en el que los barones críticos, con Susana Díaz a la cabeza, le esperan para pasarle factura, Sánchez va a seguir desafiándolos a todos con la amenaza de dejar en manos de la militancia la decisión de si debe o no intentar formar Gobierno.
Todo apunta a nuevas elecciones
Aunque es perfectamente consciente de la práctica imposibilidad de llegar a la Moncloa, y más cuando el PNV ni siquiera necesita pactar con el PSOE para gobernar en el País Vasco, la batalla que sostiene ahora el líder del PSOE con sus críticos es por el liderazgo del partido, que está dispuesto a retener a toda costa. Incluso aunque los barones le reprochen, como van a hacer, que con su estrategia de plantear un pacto con Podemos solo ha conseguido reforzar al partido morado y a sus confluencias, como se demuestra en Galicia y el País Vasco, Sánchez no tiene otra salida que seguir huyendo hacia adelante. Ante cualquier amenaza de una retirada de confianza por parte de la ejecutiva o del comité federal, llevará al partido a un congreso en el que cualquiera que quiera disputarle el liderazgo tendrá que dar el paso de presentarse como candidato. Y no esta nada claro que la andaluza Susana Díaz, la única que a día de hoy podría disputarle el voto mayoritario de la militancia, esté dispuesta a dar ese paso.
En ese escenario, el de que Sánchez se atrinchere y logre pese a todo mantenerse al frente del PSOE, la situación de bloqueo se mantendría y España se dirigiría a unas terceras elecciones en las que el líder socialista sería de nuevo el candidato, aunque lo haría con el claro lastre de estar cuestionado por un amplio sector de su partido. Y habría que esperar al 18 de diciembre para constatar si el tercer rescate de Feijoo le sirve o no en bandeja a Rajoy la presidencia del Gobierno.
El de Os Peares liderará el PP, falta saber cuándo
Lo extraordinario de que en las circunstancias actuales un presidente autonómico revalide su mayoría absoluta, y que lo haga por tercera vez, sitúan a Feijoo como el único hombre fuerte del PP al margen de Rajoy. Si hasta ahora su voz se escuchaba con interés y respeto en Génova, desde ayer es para todos, dentro y fuera del PP, el más claro sucesor de Rajoy. Más bien el único. Pero eso, lejos de debilitar a Rajoy, le refuerza. Si hay alguien de quien no cabe esperar que conspire contra el presidente, ese es Feijoo. Algo que ya es difícil de decir incluso de otros aspirantes a priori fieles al líder, como Sáenz de Santamaría y García Margallo. Y otro posible delfín, Alonso, no salió ayer precisamente reforzado. Feijoo, más pronto o más tarde, será el sucesor de Rajoy. Falta saber cuándo. Pero será por consenso, y no a través de una conjura.
Ciudadanos entra en una situación de alto riesgo
Galicia nunca fue plaza de grandes expectativas para Ciudadanos, que ha cometido errores muy graves en esta comunidad. Y en el País Vasco tenía aún menos esperanzas. Pero el sesgo nacional de unas elecciones gallegas y vascas celebradas en pleno proceso de formación de Gobierno las convertía en un test para Albert Rivera. Y el resultado del examen es un claro suspenso. El partido naranja sigue sin rentabilizar su papel de árbitro ni su decisión de apoyar alternativamente la investidura como presidente primero de Sánchez y luego de Rajoy. Una situación de alto riesgo, porque todo indica que unas terceras elecciones provocarían una pérdida dramática de votos en favor del PP. Solo ese análisis podría llevar a Rivera a replantearse su veto al «Gobierno del cambio» con Podemos que propone Sánchez. Pero eso sería un riesgo aún mayor.
Iglesias le gana a Errejón e impone la tesis del miedo
Una vez más, unos buenos resultados electorales de Podemos y sus confluencias se convierten en amargos por las altísimas expectativas creadas por ellos mismos. Pasar de pretender gobernar en Galicia y de ser primera fuerza en el País Vasco a quedarse sin opciones en Santiago y a ser terceros en Vitoria supone defraudar sus propios objetivos. Aun así, los resultados son objetivamente buenos, y más para un partido sumido en una grave crisis de identidad. En la particular batalla entre los dos principales líderes, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, por controlar el partido, el que sale reforzado por ahora es el primero. El retroceso del PSOE en las elecciones de ayer resta argumentos para el pacto con los socialistas que plantea Errejón. Y el sorpasso al PSdeG favorece aparentemente las tesis del «miedo» alentadas por Iglesias.