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El pueblo vasco dejó pequeño Beasain para expresar su repulsa al terror etarra

M. SÁIZ-PARDO Enviado especial BEASAIN.

ESPAÑA

Efe

Las familias de Ana Isabel Aróstegui y de Francisco Javier Mijangos quisieron velar sus cadáveres en la intimidad. Pero no hubo modo: sus vecinos en Mungia (Vizcaya) y Miranda de Ebro (Burgos) pusieron tanto empeño en compartir su dolor que las capillas ardientes fueron abiertas al público.

24 nov 2001 . Actualizado a las 06:00 h.

El pueblo vasco celebró cientos de convocatorias de repulsa y Beasain se quedó pequeña para la protesta contra el terror. La dispersión de los velatorios obligó a los vascos a elegir Beasain -donde el viernes cayeron los dos acribillados por balas de ETA- como escenario de sus manifestaciones de repulsa: centenares, por la mañana, se congregaron a las puertas del ayuntamiento para mostrar en silencio su condena; miles, a última hora de la tarde, recorrieron sus calles para exigir a la banda etarra que, de una vez por todas, deje de matar inocentes. Los cadáveres de los dos agentes de la Ertzaintza asesinados pasaron la noche en el tanatorio del Instituto Anatómico Forense de San Sebastián, donde a primera hora de la mañana les fue practicada la autopsia. Ofreció lo esperado: los terroristas dispararon primero contra Javier Mijangos, desde atrás: la bala le entró por la base de la nuca, atravesó toda la cabeza y quedó alojada en la parte frontal del cráneo. En ese momento, Ana Aróstegui debió girarse para ver qué ocurría. El etarra disparó contra ella dos veces: la primera bala le entró por la barbilla y le destrozó la parte inferior de la cabeza. En un gesto instintivo, levantó la mano derecha para protegerse y el segundo disparo le arrancó el pulgar. Clamor popular A media mañana, los féretros de los dos agentes iniciaron su último viaje. El de Ana Aróstegui fue llevado al tanatorio de Algorta, en Getxo, y el de Javier Mijangos, al de Miranda de Ebro, en Burgos. Sin una capilla ardiente oficial a la que acudir, los vascos se agarraron a las convocatorias de Juan José Ibarretxe para poder exteriorizar su dolor y condena por el brutal asesinato de los dos agentes. Y, a partir de las 19,30 horas, Beasain se quedó pequeña para acoger las riadas de vascos que acudieron a clamar «ETA no» y aplaudir a los coches y patrullas de la Ertzaintza.