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La leyenda de «Txomin»

La Voz

ESPAÑA

San Juan de Luz, antiguo lugar de acogida de los refugiados etarras, segunda etapa del viaje

16 dic 2001 . Actualizado a las 06:00 h.

Bajamos la ladera camino de Askain. Caminamos entre casas de estilo vasco. Son como caseríos pero sin animales, como si los vasco-franceses quisieran adentrarse en la modernidad con el caparazón de sus orígenes. Las vallas publicitarias anuncian productos de la tierra: queso de oveja, jamón. Todos llevan el apelativo «Basque». Hay un montón de ikurriñas. El sentido de identidad es evidente; los etarras que cruzaron la muga debieron sentirse como en casa. Un coche nos recoge. Nos dirigimos a San Juan de Luz, el primer destino histórico de los que pasaban «al otro lado». Nos cautiva el lugar. La bahía, el puerto. Nos adentramos en sus calles, en su vida de villa turística. Hay tiendas de recuerdos vascos, un museo vasco y un frontón de pelota vasca, pero nada recuerda a ese centro de acogida que fue San Juan de Luz para los etarras durante el franquismo y la década de los ochenta. Ni una pintada, ni un cartel. Nada. Los sectores más radicales son muy minoritarios. Había 20 jóvenes en Gazteriak, el antecedente francés de Haika, cuando se unieron a Jarrai pasaron sólo cinco. Buscamos el centro neurálgico de aquel mundo clandestino, el Anai Artea (en euskera, entre hermanos), la asociación de acogida al refugiado vasco. Fundada por Telesforo Monzón, el también fundador de Herri Batasuna, fue el lugar de encuentro del mundo etarra. Llegamos hasta allí y nos encontramos con las puertas cerradas. Damos tantas vueltas alrededor de la casa que un gendarme se nos acerca. «Ya no abre más que una o dos veces por semana». Françoise, el gendarme, recuerda bien los tiempos de solidaridad antifranquista en los que el Anai Artea era un hervidero de actividad. «Pero eso era en otros tiempos, con Txomin, que tenía un restaurante aquí y todo. Ahora ya es otra cosa», dice. El apodo de Domingo Iturbe Abásolo, Txomin, el líder más carismático que tuvo ETA, el hombre que sobrevivió aquí a varios ametrallamientos y murió en Argel en un accidente, se repite en San Juan de Luz. Más tarde, tomando un café, Clemente, el dueño del establecimiento nos cuenta: «Txomin y otros muchos refugiados vivían aquí, tranquilamente. La gente los conocía. Tenían amigos, iban a los partidos de pelota, salían de poteo. A la gente le decías que era un terrorista y no se hacía a la idea. Además, él siempre buscó una solución». Clemente saca un ejemplar de Sud Ouest, el periódico más popular del País Vasco francés. El chiste habla de los cada vez más jóvenes cabecillas de ETA. «Mira ahora. Yo soy abertzale, pero quiero que esto termine», concluye.