Vuelven las dos Españas. Al menos en el Mundial. José Antonio Camacho insiste con un esquema para sufrir y otro para ganar. Cuando intenta encajar piezas fuera de lugar, el juego se atasca; y si sacrifica el mecano y libera el talento de sus jugadores, el fútbol fluye pese al dibujo asimétrico. Las victorias ante selecciones de segunda fila como Eslovenia y Paraguay silencian las dudas que genera la selección. Mientras se acaban las marías y llegan los exámenes serios, el equipo español se sabe la mitad de la lección. B La alineación ya no es una lotería. En cuatro años en el cargo, Camacho hizo debutar a cuanto futbolista destacó en Primera. Los últimos amistosos alumbraron alineaciones y hasta un sistema nuevo. El Mundial hizo la calma. El técnico repitió equipo y sólo manejó quince jugadores hasta ahora. Cierta continuidad permite acoplar piezas de distinta procedencia, transmite confianza y aumenta los automatismos. B Un error no supone el veto perpetuo. Si equivocarse está mal, insistir en los errores multiplica los perjuicios. Camacho defenestró a Molina por un fallo en un balón aéreo ante Noruega. La medida resultó completamente desproporcionada. En el partido ante Paraguay, Casillas calcó la pifia en una salida a destiempo, pero el error de Santa Cruz en el cabezazo tapó el desliz. Aunque pueda disfrutar de más crédito por su condición de madridista, que el seleccionador no crucifique a quien cometa una torpeza beneficia la confianza del grupo. B Pegada. Seis goles en dos partidos dicen mucho de la capacidad ofensiva del grupo de Camacho. Francia todavía no marcó y Argentina sólo lleva un tanto. El talento del centro del campo y de los delanteros le ofrece muchas soluciones. Sin disfrutar del papel de favorita, la selección se ve superior, al menos a rivales de medio pelo como Eslovenia y Paraguay. Ya es algo. B Jugadores en forma. En un torneo corto, la inspiración de un par de futbolistas hace la mitad del trabajo. De Pedro, Morientes y Valerón, cuando no lo está arrinconado como segundo medio centro, pueden despachar más de un partido. Y siempre está Raúl. B Centrales sospechosos por su lentitud. «¿Se puede jugar con dos porteros», se preguntó Irureta sobre la incompatibilidad de Valerón y Djalma. ¿Y se puede actuar con dos centrales lentos? Pues tampoco. Vale que Hierro tenga plaza fija por su liderazgo, juego aéreo y en largo. Pero con Nadal ¿flojo en la Liga¿ forma un tándem discreto. No se les puede acusar de errores graves, porque apenas tuvieron trabajo, pero transmiten de todo menos seguridad. B Baraja, Valerón y Luis Enrique, fuera de sitio. Si una cualidad adorna a Baraja es su llegada. Y si algo le hace daño es jugar como único medio centro o, como ahora, con Valerón al lado. Así también sufre el canario, un jugador corriente cuando actúa cerca de la defensa y un futbolista genial en la periferia del área rival. El problema se complica cuando hay un tercer futbolista descolocado. Luis Enrique destaca por su capacidad de sorpresa si llega desde atrás, pero su fobia a la banda inutiliza el carril derecho, donde lo sitúan. B Helguera libera el ataque. Camacho arregla en la segunda parte lo que enreda en la primera. Como Luis Enrique apenas pisa la banda, recurre a Helguera de pivote. Tiene efecto dominó: libera a Baraja y Valerón, quien surte a De Pedro, Raúl y al delantero. B Puyol no es Roberto Carlos. Al final, la selección juega como el Madrid, y va tirando con un esquema asimétrico: De Pedro ocupa la banda izquierda y la derecha queda vacía. Del Bosque consiguió hacer compatibles a Zidane y a Raúl, con Figo en la derecha y todo el carril zurdo para Roberto Carlos. Pero Puyol apenas sube, y, si alguien tapa un día a De Pedro, se acabaron las bandas.