Eire vivió esta Copa del Mundo de una manera breve, pero intensa. Dublín se vistió de verde en todos y cada uno de los encuentros de su selección. Ayer, las calles de la capital irlandesa vivían ambiente de fútbol desde las ocho y media de la mañana (cuatro horas antes del duelo). Es una de las consecuencias directas de no poder disfrutar de una Liga como Dios manda: la selección es lo máximo. Los pubs, que abrieron sus puertas especialmente para el acontecimiento, registraron colas considerables desde una hora antes del comienzo del choque de octavos, aunque no se sirvió ni una gota de alcohol hasta treinta minutos después. Lágrimas verdes. Uno de los locales que firmó una mayor entrada fue el Sinnot¿s . La presencia de españoles fue destacada, de manera que el aforo estaba repartido al cincuenta por ciento. Las primeras lágrimas fueron verdes, aunque los seguidores de Irlanda nunca perdieron la esperanza de clasificarse para cuartos de final. La tanda de penaltis fue el momento de máxima tensión de la mañana, con plegarias al cielo incluidas. Otros, prefirieron no mirar hacia la pantalla gigante en esos instantes decisivos. Destaca el buen perder de los irlandeses, que en ningún momento dieron muestras de enfado o violencia, a lo sumo, frustración por el papel realizado por su selección, de la que se confesaron muy orgullosos. «Es uno de los encuentros que mejor jugamos», decía un seguidor, «pero debemos felicitar a España». Después del final del encuentro, fatídico para los isleños, la fiesta continuó como si tal cosa, amenizada incluso con un seguidor disfrazado de Iván Campo. Por su parte, los españoles allí presentes, en su mayoría jóvenes, animaron tras la derrota a sus rivales cantando el come on, come on the boys of green , consigna de la Irlanda futbolística. A partir de estos momentos, los aficionados españoles podrán seguir compartiendo su alegría con los irlandeses, aunque sus selecciones no se puedan volver a ver las caras en esta Copa del Mundo. Los pubs de Dublín seguirán abiertos al público por las mañanas con la misión de transmitir a todos los seguidores del combinado entrenado por José Antonio Camacho las evoluciones en el Mundial de Corea y Japón. Las pintas , aunque matutinas, contribuyeron a crear un ambiente festivo en una ciudad en la que el fútbol desata pasiones, aunque no se trate del único deporte que mueve masas en Irlanda (sólo basta recordar el rugby). La deportividad reinó dejando claro que lo importante en esta vida es participar, aunque eso parece formar parte del espíritu de los irlandeses con respecto al deporte del balón.