Pocos historiadores dudarán en calificar al cardenal Segura como uno de los más ultramontanos y reaccionarios de la España del siglo XX. Incluso calificó a Franco de «peligrosamente liberal». Pedro Segura ya había dado la nota cuando era arzobispo de Toledo y debido a su defensa del régimen monárquico forzó a la República a expulsarle de España. Tras un exilio en Roma, la España de Franco le abrió sus puertas, estableciéndose en Sevilla, como cardenal-arzobispo. El idilio con el nuevo régimen duró poco. Se negó a que Franco entrase bajo palio en las iglesias, pues decía que no era «un gobernante legítimo» y se ausentaba cuando éste aparecía. Además persiguió como nadie las películas que calificaba de inmorales. Un día en plena homilia dijo: «Caudillo es sinónimo de demonio», a lo que añadió, «Y no lo digo yo, sino San Agustín». Y continuó: «Caudillo es jefe de una banda de ladrones. Y no lo digo yo, sino San Ignacio de Loyola».