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Tras los pasos del Arropiero

Gracia Novás REDACCIÓN

ESPAÑA

20 mar 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

La policía sigue la pista del asesino de la baraja y no descarta que haya cometido más crímenes. Es más, trabaja con la hipótesis de hallarse ante un nuevo asesino en serie, patrón que ha tenido sus precedentes en el país. Uno de ellos es Manuel Delgado Villegas, apodado el Arropiero porque ayudaba a su padre en la preparación de arropías (dulces de miel), probablemente, el mayor ejemplo de la historia de España, y que guardaba un cierto parecido físico con Cantinflas. Cuando en 1971 fue detenido en el Puerto de Santa María por estrangular a su novia con unos leotardos, no sólo confesó este crimen sino que asumió el de otras 47 personas desde 1964. La policía sólo pudo probar su autoría en ocho. Necrófilo y bisexual, el Arropiero pasó por varios centros psiquiátricos hasta que murió en febrero de 1998 de una afección pulmonar. Había robado y matado a hombres y mujeres, a las que violaba. Considerado entonces psicótico, hoy se cree que planificaba coartadas de una brillantez impropia de un analfabeto.José Antonio Rodríguez Vega, conocido como Asesino de Santander o Mataviejas, no le anda a la zaga al Arropiero, con quien cuentan que llegó a intimar en Carabanchel. Se le atribuye la muerte de 16 ancianas de entre 61 y 93 años, acaecidas en Cantabria entre 1987 y 1988.Abandonado por su esposa, este albañil ya era un consumado agresor sexual (cumplió cárcel, pero su probada capacidad de seducción le había granjeado el perdón de buena parte de sus víctimas) antes de ser arrestado el 19 de mayo de 1988. Confesó el asesinato de nueve viudas, aunque posteriormente, y gracias a objetos de las víctimas hallados en su casa, se incluyó a otras siete ancianas cuya muerte se había achacado a causas naturales. Robaba a sus víctimas y abusaba sexualmente de ellas antes de estrangularlas. Ésa era su venganza contra la figura de su madre. Él mismo reconoció fríamente que actuaba movido por un sentimiento de abandono, del que culpaba a su familia y la sociedad. Su final no tuvo el brillo de su inteligencia inmisericorde: 60 puñaladas con dos pinchos de fabricación casera acabaron con su vida el 24 de octubre de 2002 en el penal de Topas (Salamanca).El tercer puesto en el macabro ránking bien podría ser para Francisco García Escalero, el Mendigo asesino, que copó páginas enteras de sucesos. Fue detenido en 1993 y confesó ser autor de 13 asesinatos en Madrid, de los que sólo 11 se probaron. Escalero sufría un explosiva mezcla de esquizofrenia, alcoholismo, trastorno sexual (incluida la necrofilia) y hasta accesos de canibalismo.«Empujado por una fuerza interior», aseguró, degollaba y quemaba a sus víctimas, casi todos mendigos, y profanaba tumbas. Fue absuelto por enajenación mental e ingresado en el hospital penitenciario de Foncalent (Alicante) en 1996.