Crónica política
26 jul 2003 . Actualizado a las 07:00 h.El destape del lendakari Juan José Ibarretxe con la filtración de su constitución «modelo Puerto Rico» -estado libre asociado- obliga a todo el mundo a tomar partido y a pronosticar el final de la aventura vasca. «¿A dónde quieren llegar los vascos?», se pregunta la ciudadanía. Y algo más dramático. «Y en el supuesto de que la mitad más uno quisiera la independencia, ¿qué será de la otra mitad que tiene serias razones para temerla?». El ex presidente Mijail Gorbachov , como recordarán los lectores de La Voz , ya adelantó su opinión: «Si el País Vasco o Cataluña obtienen la independencia, la ONU pasará de doscientos a ochocientos estados por el proceso de secesionismo que se generará. El mundo será ingobernable». El catálogo de pronósticos recogido esta semana es alarmante: hay quien cree que todo seguirá igual, sólo que algo peor, y que ETA seguirá matando; otros piensan que la ruina económica del País Vasco está servida y para algunos la suspensión de la autonomía vasca desde el Estado es inevitable. Y por primera vez en muchos años, se especula en privado sobre si los militares aceptarían sin rechistar esa segregación. Lo cierto es que al desafío vasco no se le ve final. Durante toda la Transición se fijaron límites con generosas concesiones, desbordados al día siguiente. Un día histórico en las cárceles no quedó ni un solo preso de ETA gracias a una amnistía presentada como imprescindible para lograr la paz. Resultado: docenas de comandos reconstituidos y varios años de pesadillas y entierros. Joaquín Domingo Martorell , en su día jefe superior de policía de Vitoria y más tarde responsable operativo de Antiterrorismo recuerda a La Voz que «en tres años asistí a más de doscientos entierros y en algunos pueblos, con las calles vacías, al paso de los féretros se cerraban las casas con portazos». Se pensó que con el Estatuto de Autonomía y el Concierto Económico el asunto quedaría resuelto, o más tarde, con la policía autonómica o con el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco . Craso error. El método ha sido siempre el mismo: fijación de un objetivo panacea, concesión y vuelta empezar. Ni siquiera con este proyecto de constitución de estado libre asociado, aún en el supuesto de que terminara naciendo, habría garantías de que el proceso podía terminar. Y ETA con él. Ante esas incertidumbres, los socialistas se han puesto a disposición del Gobierno para presentar un frente único. Eso honra a José Luis Rodríguez Zapatero . Pero no es suficiente. Izquierda Unida deberá aclarar algún día su juego doble, según hable en Madrid o en el País Vasco. Y el PP deberá decidir si acepta sinceramente el consenso o -como en el pacto de la Justicia y tantos otros- aprovecha la ocasión y sigue hostigando al líder socialista. Resulta incomprensible afrontar un problema tan grave como el de la secesión dulce propuesta por Ibarretxe, reclamar como lo ha hecho el vicepresidente primero, Mariano Rajoy , la colaboración de todos los españoles, obtener la de los socialistas, y proseguir entretanto con la depuración ideológica en la Justicia -«limpieza de sangre» la llama Gaspar Llamazares - y la obstrucción a la investigación de las andanzas del comando político inmobiliario de Madrid. Basura televisiva Esta semana ha sido de escándalo. La Asamblea de Madrid ha publicitado su grave crisis que cada vez es más basura y quizás por eso la audiencia televisiva le ha premiado con un liderazgo: Tamayo ha sido el más visto en Telemadrid . Mientras, la depuradora del fiscal general del Estado, Jesús Cardenal , que maneja con el mando a distancia el ministro Michavila , ha destituido a tres de los cuatro fiscales que adelantó La Voz : Jiménez Villarejo , jubilado anticipadamente para no soportar más humillaciones, Martínez Zato y Bermejo . Sólo José María Mena , en Cataluña, ha resistido. De momento. La impresión es que lo del País Vasco sólo puede ir a peor tanto por el desafío nacionalista como por la falta de consenso y de altura política en Madrid. En este caso, como en el del Prestige , acabará teniendo razón el ex ministro Jorge Semprún : «No ha faltado Estado como se dice. Lo que han faltado son hombres de Estado». Manuel Fraga discrepa, como se vio en el Día de Galicia , y hasta calificó al ministro Francisco Álvarez Cascos , de «estadista» mientras le imponía una medalla de oro por sus servicios. Para los esforzados voluntarios, cero medallas sobre 38 repartidas. En la España solidaria con Galicia la rechifla ha sido sensacional.