El accidente aéreo del Binter que cubría la línea Melilla-Málaga, ocurrido el 29 de agosto del 2001, y que costó la vida de cuatro personas y dejó 27 heridos de consideración, se debió a un fallo de la tripulación de los pilotos en la ejecución del procedimiento de emergencia, al parar los dos motores del avión. Así lo indica el informe técnico de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes de Aviación Civil. Según estas conclusiones, no se había incendiado uno de los motores, tal y como creyeron los pilotos, lo que pudo deberse «a la presencia de humedad y/o suciedad en los conectores del circuito detector de fuego de la aeronave». Esta falsa alarma se puede justificar por fallos en el mantenimiento del avión. Otro factor que pudo contribuir a esa actuación incorrecta es, según el informe, un entrenamiento insuficiente del copiloto para su puesto.