Aznar dice a Rabat que la solución a la inmigración exige cumplir los acuerdos

M. Sáiz-Pardo / P. Soto ENVIADO ESP. | MARRAQUECH

ESPAÑA

JEAN BLONDIN

El presidente ofrece en la cumbre hispano-marroquí situar las relaciones bilaterales «al mejor nivel posible» Benaissa se muestra decidido a «pasar página» tras la larga crisis vivida.

08 dic 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

Cuatro años después de la última reunión de alto nivel (RAN) hispano-marroquí, el presidente del Gobierno, José María Aznar, y el primer ministro, Driss Jettu, volvieron a sentarse cara a cara, ayer en Marraquech, con sus delegaciones. En un ambiente de moderado optimismo tras los desencuentros diplomáticos y crisis bilaterales, ambos Gobiernos dejaron claro su interés por zanjar el enfrentamiento que hace sólo un año y medio desembocó en el conflicto de Perejil. No obstante, el jefe del Ejecutivo español, pese a insistir en la necesidad de mejorar las relaciones, no quiso esperar para abordar el problema compartido más acuciante: los millares de inmigrantes clandestinos que llegan a las costas desde Marruecos. En la cena ofrecida por Jettu, el presidente le recordó que la solución de la inmigración ilegal pasa por «la aplicación cabal de los acuerdos existentes». Una clara referencia a los tratados firmados por Rabat y Madrid: el de repatriación de subsaharianos de 1992 y el protocolo de devolución de indocumentados y menores suscrito en Málaga en marzo. Pactos incumplidos en cuestión de días por el Gabinete alauí, y que España exige que sean retomados sin matices. Madrid, apuntan fuentes de la delegación española, no desiste en esta cumbre de arrancar de Marruecos el difícil compromiso de que acepte en su territorio a los casi 8.000 subsaharianos que cada año arriban desde sus costas y se haga cargo de los más de 4.700 menores no acompañados acogidos en Ceuta, Melilla y Canarias. «España desea potenciar la inmigración legal marroquí porque ésta beneficia a todos», afirmó Aznar antes de subrayar a sus anfitriones que la clandestina «no genera más que miseria y sufrimiento a las víctimas de las redes criminales». Tras saludar la decisión del rey alauí de activar un plan contra las mafias de tráfico de personas, mostró su «satisfacción» por los avances de cooperación, si bien pidió «el tratamiento integral del problema». Unos acuerdos (firmados en noviembre por Acebes y Sahel) que incluyen un órgano de coordinación permanente para activar en enero patrullas conjuntas de policías, el intercambio de oficiales de enlace y la creación de conductos para el intercambio de información en tiempo real sobre las redes de tráfico. Países amigos Pese al recordatorio sobre los acuerdos de repatriación, Aznar no quiso ahondar en los desencuentros abordando otra cuestión siempre espinosa entre Madrid y Rabat, el futuro del Sáhara. En su lugar, apostó por un mensaje optimista: «Queremos unas relaciones con Marruecos al mejor nivel posible, ricas y profundas como corresponde a dos países amigos y vecinos a los que la historia ha enseñado tanto», y que ahora se han visto con un nuevo vínculo, como es «la voluntad común en hacer frente» al terrorismo. El ministro de Exteriores marroquí, Mohamed Benaissa, por su parte, fue el encargado de exponer el optimismo anfitrión. «La visita del presidente Aznar es una buena ocasión para reforzar la confianza y, quizás pasar página», sentó.