Crónica política
05 mar 2005 . Actualizado a las 06:00 h.Pocas veces una frase tan corta genera una crisis tan larga y profunda. «Ustedes tienen un problema, el problema del tres por ciento», fueron las palabras mágicas que abrieron el túnel de lavado en el que acaba de entrar la política catalana. Todos los intentos de los bomberos de la Generalitat por evitarlo han fracasado: Piqué ha presentado una moción de censura contra Maragall y Mas una querella. Parlamento y judicatura analizarán por tanto el desaguisado que ya no es el del Carmel, ni siquiera la acusación de Maragall contra los convergentes de cobrar comisiones por las obras públicas. Es el grado de corrupción, bajo paraguas partidario, que anidaba en la aparentemente inmaculada política catalana. Todos han quedado tocados ya por lo sucedido pero algunos pueden terminar peor. Maragall, un presidente que va por libre y que ignora cualquier disciplina de partido, tiene bastante menos crédito que antes entre los socialistas españoles y catalanes. Manuel Chaves y Pepe Blanco le han puesto límite a su voluntad de obtener una financiación para Cataluña que deje al resto de autonomías en desventaja. Pero los socialistas catalanes, acostumbrados a soportarle a disgusto sus anuncios intempestivos, lo consideran bastante menos líder que hace un mes. El gran perdedor, sin embargo, está llamado a ser el partido que fundó Jordi Pujol , quien todavía el otro día le lanzó un salvavidas a Artur Mas, el hombre a quien confió el barco y se lo está hundiendo. Al fin y al cabo, era ese partido el que cobraba el tres por ciento y, sabiéndolo, Mas no hubiera tenido que mortificar al imprevisible Maragall hasta hacerlo saltar. Ahora comienza el desfile de funcionarios, políticos y constructores para confirmar que la acusación maragalliana es cierta. Alguien podrá decir que también pagó a algún alcalde socialista pero quienes aseguran conocer como va el asunto de las comisiones, afirman que no hay comparación entre el tres por ciento institucionalizado de los convergentes y algunos casos puntuales de la competencia. Otra cosa será en otras comunidades, Canarias, Valencia o Galicia por decir algo, pero en ninguna otra parte se ha levantado un presidente autonómico en sede parlamentaria para lanzar esa acusación, ni en Madrid, por ejemplo, se agrietan los edificios por horadar la ciudad con túneles. Pasará lo mismo que en Cataluña pero construyen lo que construyen con otro método. Con la lavadora en marcha, lo que quiere el líder popular Josep Piqué, es que no se pare el proceso de limpieza porque su partido en Cataluña está limpio de polvo y paja por la sencilla razón de que no ha gobernado nunca, ni siquiera un ayuntamiento de más de dos mil habitantes. Piqué es un político espléndido que ha soportado la degradación de sustituir como interlocutor a Colin Powell por Carod Rovira y de conocer secretos de estado a compartir chismes de barrio. Piqué puede ser el gran vencedor relativo de esta crisis siempre que Rajoy siga amparándolo y le mantenga sujetos a los mastines de su partido que lo acosan como Mayor Oreja y Acebes . Previsiblemente, Convergència sufrirá una erosión en votos mientras Piqué por un lado y Carod Rovira por otro llenarán su cesta. A ambos la crisis les beneficia porque estaban descolocados. Piqué montado en el PP actual no llegaría nunca a la Generalitat y Carod corrió tanto que se pasó de largo quedando de nuevo a la intemperie, aunque no su partido. Con ese panorama cualquier hipótesis está abierta. La crisis es cada vez más profunda y lo demuestra el que la moción de censura de Piqué casi haya sido elogiada por Maragall. Reforzará a Piqué como líder alternativo, aunque sin posibilidades reales; será un debate de gran altura política porque la calidad de Piqué está por encima de la media catalana y hasta pueden entenderse. Es Convergència y Mas al frente quienes perderán en el Parlamento. Esquerra Republicana e Iniciativa votarán para sostener a Maragall o se caerá el tripartito y habrá elecciones anticipadas. Que Carod crezca es un efecto secundario no deseado pero que a Maragall no le importa. Al partido socialista de Cataluña y a su verdadero dirigente José Montilla sí le preocupa porque habían detectado síntomas de contención del voto republicano que ahora la incontinencia verbal del president ha vuelto a relanzar. Y sobre todo porque la previsible bajada convergente y la subida republicana aleja la hipótesis de que en la Generalitat y en Madrid se cuente con un aliado nacionalista más templado. Veremos qué sale de la colada.