Es la primera sentencia dictada en España por un delito de lesa humanidad Se le considera autor de 30 asesinatos, un delito de tortura y otro de detención ilegal
19 abr 2005 . Actualizado a las 07:00 h.?i la lectura del fallo de la sentencia que le condenaba a 640 años de cárcel -30 efectivos- ni los gritos de «¡asesino, púdrete!» del público que llenaba la sala, lograron alterar a primera hora de la tarde de ayer el gesto impertérrito del ex oficial de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) Adolfo Scilingo Mazorro, el primer genocida argentino condenado fuera de su país en aplicación del principio de Justicia universal para los responsables de crímenes contra la humanidad. El fallo, que previsiblemente será recurrido tanto por la defensa como por las acusaciones, condena al acusado a 30 penas de 21 años de cárcel por un delito de lesa humanidad, a 5 por el de tortura y a otros 5 por el de detención ilegal. El tribunal explica que la convicción judicial sobre la culpabilidad de Scilingo se ha sustentado fundamentalmente en sus propias declaraciones judiciales, prestadas ante al juez Baltasar Garzón a su llegada a España, en 1997, de las que se retractó en el juicio. La sentencia, que marca un hito histórico, considera probado que Scilingo conoció el plan elaborado por la Armada para luchar contra la subversión antes del golpe militar del 24 de marzo de 1976 en Argentina, ya que participó en su condición de oficial en dos reuniones celebradas en Puerto Belgrano, donde se dieron las directrices de esa acción. Beneplácito El objetivo era «combatir todo lo que fuera contrario a la ideología occidental y cristiana» con un plan, que «contaba con el beneplácito de la jerarquía cristiana» y que incluía operaciones rápidas, interrogatorios intensos, práctica de torturas y sistemas de eliminación física mediante vuelos sin destino que eran realizados por los «grupos de tareas». Sobre la participación de Scilingo en este plan, el tribunal explica que éste ingresó poco antes de las Navidades de 1976 en la ESMA y que pretendió formar parte del grupo de tareas que allí funcionaba, pero que finalmente tuvo que conformarse con ser jefe de electricidad y de automoción. Sin embargo, este hecho no le impidió que, al igual que el 90% de los oficiales, participara en dos «vuelos de la muerte» en los que lanzó al mar vivas a 30 personas a las que previamente se sedaba con pentotal. La resolución afirma que Scilingo conocía las torturas a las que se sometía a los secuestrados en el sótano del Casino de Oficiales de la ESMA y relata que fue testigo del interrogatorio realizado a una joven a la que se le aplicó la picana, es decir, la tortura con electricidad. Asimismo, se indica que como jefe de electricidad subió en dos ocasiones a reparar varios aparatos a la última planta del citado edificio en la que permanecían en condiciones infrahumanas los detenidos, y que allí pudo ver a dos mujeres embarazadas. La sentencia señala que el objetivo era mantener vivas a las embarazadas hasta que dieran a luz para después entregar a los niños a las familias de adecuada ideología «occidental y cristiana, lo que evitaría la contaminación» que en otro caso se produciría con los niños si volviesen a sus familias biológicas. También se dice que Scilingo conoció la existencia de «asados» en la ESMA donde se carbonizaban los cadáveres de las personas que fallecían ya que facilitó el material necesario.