
Crítica | Gastronomía COMER EN ESPAÑA: Lareira El nuevo Real Club Naútico de Sanxenxo devendrá en noviembre Centro Operativo de esta prestigiosa regata: en lo gastronómico, parece que saldremos bien parados
18 ago 2005 . Actualizado a las 07:00 h.«Esto viene siendo», como diría mi yerno Lino Lago, que el pueblo de veraneo más emblemático de Galicia está a punto de convertirse en cerebro de la tal «Volvo Ocean Race», una regata de veleros de gran prestigio mundial que circunvalará nuestro pachucho planeta Tierra y sus océanos y que esta vez zarpará del puerto de Vigo, quebrando el práctico monopolio ejercido hasta ahora por la «Pérfida Albión». El nuevo y babilónico R.C.N., crecido como por ensalmo desde el pasado año, es fruto de este empeño, y el empujón inmobiliario no afecta sólo al antaño lírico puerto, sino también a la hoy grande y rascacielosa ciudad. En lo que se refiere a la faceta gastronómica del nuevo emporio, sus mentes rectoras parecen haber dado en el clavo: la concesión del restaurante Lareira y sus adláteres, que conozco en mi paseo iniciático por la zona, ha recaído en la familia Bermúdez, apellido de solera en los ámbitos hosteleros. Su hotel Rotilio y su restaurante Taberna de Rotilio son conocidos en todo el orbe cristiano, y da la casualidad, o acaso no, de que el viejo e inolvidable Rotilio Bermúdez, fundador del negocio familiar, fue el primer gerente del Naútico en 1968. Su mujer, Carmen Posse, y la hija de ambos, Manicha, jovencísima y hoy famosa por su creatividad, al igual que su íntima amiga Toñi Vicente, serían las primeras jefas de cocina, y en 1973 abrirían su Taberna Rotilio. Lareira, proyectos y realidades Ante la puerta del recién inaugurado establecimiento, todavía sin rótulo, un joven pulpeiro absorto en su trabajo constituye el símbolo de lo que hallaremos en el interior, extremo que enseguida me confirmará Rotilio Jr., otro importantísimo miembro de la familia Bermúdez, director de sala vitalicio de la Taberna familiar y ahora, durante el rodaje del Lareira, de éste. «No queremos - dice - nada que recuerde a nuestro restaurante, sino un punto de referencia en el Club Naútico, abierto al público, que escape de la vulgaridad pero tenga una oferta sencilla, agradable y asequible». Un vaso de albariño cuesta 1,50 euros y la carta, corta, con una oferta de vinos todavía más sinóptica, canta: Tablas de ibéricos y quesos gallegos, empanadas, croquetas de bacalao, pulpo con pulpeira, carne o caldeiro, etc., tres postres y a casiña. Y este comedor, simplista más que minimalista, es sólo la punta de lanza, a pesar de sus ochenta plazas de aforo bien espaciadas, porque la concesión abarca nada menos que 1.400 metros cuadrados, con salones, terrazas, vistas memorables a la bahía y hasta piscina. En el primer piso, el restaurante para socios del Naútico ofrecerá una carta más sofisticada, con partituras que ya nos conducen a la rúcula, el foie y el tempura, y cuando termine el rodaje quedará al frente del emporio un jefe de cocina asesorado por Manicha y como jefe de sala Rotilio Bermúdez III auxiliado por su hermano Pablo. Hijos ambos de Rotilio II, ya senior, la saga se renueva.