?Oiga, que se le ha caído una bala». Así, como una historia de Gila, arrancó la última fechoría de Juan Diego Redondo, Dieguito el malo . El delincuente, uno de los más famosos del panorama criminal español, volvió el miércoles a su lugar acostumbrado entre los focos y los flases de las cámaras, después del atraco con rehenes a un supermercado de Barcelona. La historia de Dieguito da para unos cuantos libros y él lo entendió así cuando escribió el que lleva por título La fuga de los 45 y rememora la huida de la prisión Modelo que el mismo organizó en 1978. Con su obra bajo el brazo circuló de un plató de televisión a otro y concedió un buen montón de entrevistas (las últimas a La Vanguardia y al espacio Las Cerezas de Televisión Española) que ayudan a tejer su biografía. Juan Diego Redondo nació hace 47 años en Baza (Granada) y se trasladó de niño a Barcelona junto a su madre y sus otros siete hermanos, tras morir su padre. Sólo tenía siete años cuando ingresó en un orfanato. Allí protagonizó su primera fuga, que le llevó de cabeza al reformatorio con el robo de una bicicleta como agravante. A los 15 años ya tenía su propia banda, como otros muchos protagonistas de películas carcelarias -el Torete de Perros Callejeros o el Vaquilla, en el filme con su nombre-. Ahí empezaron los atracos y las visitas a la cárcel (hasta que pisó la primera no sabía leer ni escribir). Cuando lo encerraron en la Modelo de Barcelona, Dieguito ya se había ganado fama de pendenciero y experto en fugas. Se erigió en cabecilla de la Coordinadora de Presos en Lucha (Copel) y desde allí preparó su salto a la fama. Quiso sacar a cien presos de la penitenciaría valiéndose de unos cuantos platos y unos maderos. Con ellos excavaron un túnel y por él salieron 45 reclusos (El Vaquilla entre ellos), antes de que la Guardia Civil se percatase del asunto. No tardó mucho en volver tras las rejas, pero para cuando fue capturado ya tenía una historia que contar. Drama familiar La suya incluye mucha cárcel, lugar al que tuvo que regresar en 1992, a cumplir viejas penas, cuando ya estaba aparentemente reinsertado y tenía una mujer -que luego se suicidó- y dos hijos -un niño y una niña que murió electrocutada cuando tenía cinco años-. La última de sus fugas data de agosto, cuando no se presentó en la prisión de Brians, de la que había salido con un permiso. Desde entonces estaba en busca y captura. La policía volvió a encontrarselo el miércoles, intentando huir de un supermercado barcelonés mezclado entre los rehenes de su atraco. Esa noche su peripecia había empezado en un bar cercano donde se tomó tres cañas y en el que una clienta le advirtió de que se le había caído una bala. «No, no, es una moneda», respondió Dieguito, según explicó a EFE el dueño del establecimiento. Definió al atracador como «muy amable y gracioso». «Me cayó bien porque se parecía al padre del portero de Aquí no hay quien viva », redondeó. Los clientes y trabajadores del supermercado asaltado tampoco tuvieron malas palabras para el delincuente, que incluso les dio champán. Ayer la hermana de Juan Diego Redondo llamó al canal catalán TV3 para asegurar que el detenido «no es tan malo» y que en realidad está enfermo. Lo mismo piensan los especialistas que lo definen como un recluso «prisionizado», alguien que ya sólo busca darse a conocer.