Crónica política
21 ene 2006 . Actualizado a las 06:00 h.Aunque la mitad de la legislatura se cumpla en mayo, y los dos años de la victoria socialista, el 14 de marzo, está claro que este fin de semana marca necesariamente el punto de inflexión para el Gobierno Zapatero . Se viven las últimas horas, decisivas, para el futuro del Estatuto catalán, y del resto de las autonomías por tanto. A partir de ahora, a terminar rápido las reformas, a reparar averías y a limpiar la fachada o, de lo contrario, ZP se sumergirá en la piscina de la intención de voto. La tarde de ayer sábado fue un fragor telefónico en Madrid a la caza de Alfredo Pérez Rubalcaba , que debía entregar a los partidos aliados el texto estatutario «casi último» del PSOE y del Gobierno después del comité federal. Casi todos a favor allí, según la portavoz catalana -que no es otra que la andaluza Manuela de Madre -, aunque con significativos silencios que ella misma percibió. «Sólo una intervención y media en contra», según José Blanco, que llegó a citar a los autores, Acosta y Fuentes , a saber, un portavoz guerrista y otro de Rodríguez Ibarra . El PSOE controla por tanto su escenario interno, no sin turbulencias, y el PSC ya ha adelantado que está con el PSOE y con el Gobierno. Faltaría más. El más díscolo, Pasqual Maragall , les dijo: «No os fallaremos, no me falléis. Lo mejor está por venir». Pocos lo creyeron, porque la aprobación y los silencios de ayer han requerido altas dosis de disciplina para contener la discrepancia. Blanco y Alfonso Perales han repartido mucho parche sor virginia . Y copitas de agua del Carmen. Si ese es el retrato de los socialistas, cabe imaginar que el de España aparece aún más descosido. Hay incomprensión manifiesta sobre la necesidad de reformar los estatutos de autonomía -incluso el propio- y desagrado por las aspiraciones maximalistas que llegaron desde Cataluña, acompañadas de declaraciones provocadoras como la de Carod Rovira : «El Estatuto es un punto y seguido hacia la independencia». Pero estamos donde estamos. Aunque todavía no se pueda decir con certeza que la situación está resuelta, a la espera del papel final que reparta Rubalcaba y de la escenificación de mañana en la Moncloa -con el pujolista Mas y con un Carod moderado, vestido con ropaje posibilista-, lo más probable es que haya acuerdo. Y con el texto final previsto, entre lo que se conoce y lo que se presume, se puede adelantar que España no corre riesgo de romperse. Ejemplo de tensión Otra cosa es que lo lamenten quienes han crecido en intención de voto a cuenta de los errores, formales y de fondo, cometidos, y de la tensión generada. Un ejemplo gráfico: esta semana, una periodista parlamentaria, que está de Estatuto hasta donde cabe imaginar, igual que sus colegas y buena parte de sus señorías, salió del Congreso y, por relajarse, se fue de rebajas un rato. Media hora después de llegar a su casa la llamaron desde una tienda Zara del centro de Madrid para decirle que se había dejado una carpeta en la caja. ¿Haría eso cualquier comercio, en otro punto de España, tomándose la molestia de identificar a la compradora por los resguardos de la tarjeta de crédito, localizar el teléfono particular, se supone que por esa vía, y llamar, sin la tensión que se palpa en el ambiente?». En la carpeta ponía Congreso de los Diputados y dentro iba el texto del Estatuto Catalán, así que, por suerte para mí, debieron asustarse», narra la periodista olvidadiza. El Estatuto catalán también va de rebajas, al menos del alto precio al que lo tasó inicialmente el Parlamento de Cataluña. Cierto es que el pujolismo se resiste a comprarlo en un intento de quedar mejor ante los suyos en la foto final. Y, desde luego, que las rebajas no garantizan que el Partido Popular pueda acercarse al deseable consenso porque le es más rentable la confrontación. No quiere eso decir que el texto definitivo no sea un progreso para Cataluña y en consecuencia para todos los que vengan a continuación, desde el andaluz al gallego, pero hubiera podido redactarse un texto inicial más acotado, menos intervencionista y más cercano al realismo sin levantar estas polvaredas en un país -o mejor en un Madrid- que se incendia verbalmente con gran facilidad. «La situación de España es horrorosa», sentenció Loyola de Palacio en un programa radiofónico esta semana. Después, la economía y la vida en general parecen funcionar al margen de ese catastrofismo. El regreso de Castellano Entretanto, en el mundo empresarial se ha recibido con satisfacción la vuelta a la actividad de José María Castellano , ex vicepresidente de Inditex. Hay pocos personajes que prestigien a toda una generación de gestores. Después de cinco meses de valorar ofertas parece inclinarse por la gran constructora FCC, de momento en su filial Valderribas. Castellano, la cara conocida del fenómeno Zara, y coautor del milagro de la multinacional gallega, es uno de los personajes más reconocidos por las mejores escuelas de negocios. Por las universidades gallegas, acaso menos. Por ahí circula la historia de sus dificultades -a pesar de ser catedrático de Contabilidad- para mantenerse en su día entre los profesores de la Universidade de A Coruña por el pecado de no poderse dedicar todas las horas exigidas. Cualquier institución se pelaría por poderlo exhibir en su cuadro, aunque fuera una hora o dos al mes. Pero como decía a La Voz un profesor del Tecnológico de Monterrey -donde crean asignaturas en cuanto detectan un nicho de mercado o nueva actividad- «la Universidad española va a otro ritmo porque sus rectores son magníficos.»