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Para la enfurruñada vuelta a casa

Joaquín Merino MADRID

ESPAÑA

Crítica | Gastronomía COMER EN ESPAÑA: El Mesón, etc. En el fondo no es tan malo el retorno al trabajo: no se amilanen, Madrid les espera con amor, más obras que nunca, mesones de toda la vida, nuevas heladerías... ¡viva!

31 ago 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

La autovía de Colmenar fue para los madrileños, antes de la eclosión del ladrillo, un lujo inesperado, un regalo a los amantes de nuestra bendita sierra, sobre todo para los enganchados con Manzanares el Real, Miraflores, Moralzarzal, Matalpino, La Pedriza, Navacerrada o el propio Colmenar. Como todas las autovías, se llevó muchas cosas por delante, pero El Mesón de Fuencarral (Ctra. De Colmenar, km, 14, sentido Madrid, teléfono o. 917 341 019) logró sobrevivir como una isla del recuerdo en medio de las vías asfálticas, y ahí lleva 75 años, que celebrará con toda pompa en el 2007. Ramón Dios, nieto del fundador, se ocupa de insuflarle todo el oxígeno necesario para su perdurabilidad, pero ahí están, como la Puerta de Alcalá, las tres mesas redondas fundacionales de piedra, la caseta de acceso a la antigua bodega (integrada hoy al restaurante y con 100 referencias), al salón de 1932, con capacidad para 60 comensales, y las diversas ampliaciones ulteriores que multiplican su aforo, entre ellas la terraza acristalada, en la que caben 200 comensales y que resulta ideal para que nosotros los «solanáceos» tomemos el sol en invierno. También se mantiene la «cocina de la abuela», gracias a la Providencia, empezando por el gazpacho de la casa majado a mano y continuando por las croquetas de jamón, el pollo al ajillo, los huevos fritos con migas, el cordero o cochinillo asados... o la curiosa y ancestral tarta de filloas. En el Patio de Leo (Agastia 122, Madrid, tno. 915 196 740), Alfonso Castellano, una especie de «loco en la cocina» (como mi añorado amigo y colega Eugenio Domingo), continúa dale que dale con su «menú sorpresa», que se puede convertir en menú a la medida si así lo desea el cliente, con algunos platos consolidados de apellidos larguísimos, como el ajoblanco con una mousse de coco, virutas de atún y gelée de soja, el mero con guiso exótico de mejillones, apionabo y vainas o, pongamos por caso, el cordero a la segureña glaseado al jerez con crema de cebollita blanca y judía verde, o lo que le salga al chef del... magín. Para quienes decidan combatir el spleen con antídotos dulces-dulcísimos, Giangrossi, una cadena de heladerías argentinas que va expandiéndose por España a la velocidad del rayo (más información, Mandalay, tno. 913 430 032), ofrece, amén de los helados más clásicos, como el de chocolate, piña, melón, fresa, etc., otros más sofisticados y modernillos, como el de mascarpone con frutas del bosque, zanahoria con mandarina, dulce de leche con banana o vainilla con vino mistela. Sus últimas novedades incluyen la crema catalana con fresa, el maracuyá, los frutos rojos con vino malbec y el chocolate toblerone. Las últimas incorporaciones antes del verano fueron las de Cava Baja, 40 y Sevilla, 4, y antes ya estaban presentes en Alberto Aguilera, 1, Velázquez, 44, La Esquina del Bernabéu y Arturo Soria, 200.