El presidente de la Generalitat de Cataluña, José Montilla, recibió ayer fuertes abucheos e insultos durante su primera ofrenda floral ante el monumento de Rafael Casanova en Barcelona, con motivo de la celebración de la Diada del 11 de septiembre, fiesta de la comunidad. Montilla y los 14 consejeros de su Gobierno tuvieron que soportar gritos e insultos como el de «botifler» (traidor) y sirenas y bocinazos por parte de los jóvenes independentistas.
Ni siquiera el himno de Els segadors y la fuerte presencia policial aplacaron los ánimos radicales, y algunos manifestantes, que llevaban enseñas catalanas con la estrella independentista, esperaron a los miembros del Gobierno catalán con gritos de «no os merecéis la bandera que lleváis», «fascistas» y «represores». Los abucheos también fueron dirigidos a otros políticos y cargos públicos presentes.
A pesar del ambiente caldeado, no se produjo ningún tipo de incidentes entre el centenar de radicales y los agentes de los Mossos d'Esquadra que vigilaban la zona y no permitieron que las ofrendas florales fueran interrumpidas. Aparentemente ajeno a los abucheos, el presidente catalán, que en su discurso institucional del lunes por la noche pidió confianza a los catalanes para afrontar los retos del futuro, aseguró que Cataluña va a superar sus problemas y recibirá más dinero por parte del Estado para resolver deficiencias en inversión e infraestructuras. Los resultados «se van a ver en poco tiempo», aunque «no todos», porque hay obras de centenares de millones de euros que «llevan mucho tiempo», advirtió Montilla.
El vicepresidente de la Generalitat y líder de ERC, Josep Lluís Carod-Rovira, manifestó que «nunca se había visto con tanta claridad» como en la Diada de este año que «Cataluña necesita un Estado propio», y reiteró su propuesta de un referendo de autodeterminación en el 2014.
En el campo de la oposición, el líder de CiU, Artur Mas, defendió de nuevo su propuesta de refundar el nacionalismo para impulsar un «frente catalanista» que acabe con el «desconcierto y la falta de liderazgo». El presidente del PP catalán, Daniel Sirera, defendió, a su vez, que la Diada debe ser «una fiesta de todos y no sólo de los nacionalistas».
Amenazas de muerte
La delegación de los populares, compuesta por unas 120 personas y encabezada por Sirera, no salió mejor parada que José Montilla y sus consejeros.
Los radicales incluso llegaron a amenazar de muerte a uno de los dirigentes del PP catalán, el presidente del grupo municipal en el Ayuntamiento de Barcelona, Alberto Fernández Díaz. Los populares, que tras tres años de ausencia decidieron participar de nuevo en los actos institucionales, pasaron un mal trago. Los radicales incrementaron los abucheos cuando la delegación popular depositó una corona de flores en el monumento de Rafael Casanova, y también al entonar el himno de Els segadors .