Rajoy se ha definido al dejar fuera a Gallardón. Ha preferido asumir el supuesto coste electoral de prescindir del alcalde de Madrid que enfrentarse con la todopoderosa Esperanza Aguirre. La duda es si ambos estaban de acuerdo previamente en excluirle del Congreso o fue el órdago final de la presidenta madrileña en la reunión del martes por la noche en Génova lo que resultó decisivo. Sea una cosa o la otra, lo incontrovertible es que Rajoy, convencido o forzado, finalmente se ha tenido que definir, le han obligado a definirse, tras dejar que el asunto se pudriera innecesariamente. Por si no le había quedado claro a Gallardón cuando las bases del partido le propinaron un varapalo en la persona interpuesta de Manuel Cobo en su pulso con Aguirre, el PP no le quiere. En realidad, ha sido su propio partido el que le ha propinado su mayor derrota política. Es indudable que la exclusión del alcalde, que se añade a las salidas de los moderados Piqué y Matas, daña la imagen centrista de Rajoy. Si a eso unimos el fichaje del duro Manuel Pizarro, un hombre muy próximo a Aznar, y la impresionante victoria de la terminator Aguirre, que ha demostrado un instinto político asesino fuera de lo común, se puede concluir que lo que se llama centro está en retirada dentro del PP. Daño a la imagen del PP ¿Puede costarle votos a Rajoy? Es indudable que el caso Gallardón -pues fue él quien planteó el pulso públicamente- ha dañado la imagen del PP. De pronto han aparecido dos políticos con un ego inconmensurable y unas ambiciones sin límite dándose codazos por colocarse para la sucesión. El mensaje que han dado es que Rajoy va a perder. Justo lo contario que pretendía este al fichar a Pizarro. Más difícil es prever si va a tener un coste electoral. No hay que olvidar que Aguirre sacó los mismos votos que Gallardón en las pasadas elecciones. ¿Y fuera de la comunidad? Si una parte del electorado percibe que su exclusión significa algo más que el fin de una ambición, que es un giro a la derecha, puede haber daño. Rajoy, en todo caso, ha decidido. En realidad, ya lo hizo cuando apostó por la continuidad de Acebes y Zaplana o cuando dejó ir a Piqué.