No duda en calificarse como representante del ala más conservadora del PP vasco, en dejar clara su gran proximidad al Opus Dei ni en declararse de acuerdo con el Papa en su rechazo del preservativo, que dice que ella nunca utilizaría. Pero Arantza Quiroga encarna también la nueva y joven imagen del partido liderado por Antonio Basagoiti, más desenfadada y atrevida. A pesar de que solo cuenta 36 años, ya tiene una amplia trayectoria política a sus espaldas, pues lleva casi 15 ocupando cargos públicos, primero como concejala de su ciudad natal, Irún, y desde 1998 como parlamentaria.
Es tan extremadamente tímida -se ruboriza por todo- como firme en la defensa de sus convicciones, lo que ha convertido en su principal arma política. La primera vez que votó ya demostró su carácter: su madre le acercó la papeleta del PNV y ella la rechazó, porque quería votar al PP. Pero fue en 1997, después de que ETA asesinara en Irún al concejal popular José Luis Caso, cuando confirmó su compromiso irrenunciable. Dos horas antes había estado con la víctima, que fue tiroteado cerca de su casa.
Ojito derecho de Aznar
Cuando tenía 24 años, José María Aznar se fijó en ella y la convirtió en su «ojito derecho», según recuerda Basagoiti, que junto con José Eugenio Azpiroz, que la introdujo en política, ha sido su gran valedor. Cuando sustituyó el año pasado a María San Gil, la nombró vicesecretaria general, lo que equivale a ser la número tres del partido. En las pasadas elecciones encabezó la candidatura por Guipúzcoa y protagonizó una campaña rompedora que acabó dando frutos, ya que conservó los tres escaños logrados en el 2005, pese a perder votos.
Quiroga llegó a bañarse en las frías aguas de La Concha y a practicar el atletismo en las pistas de Anoeta.
De padre vallisoletano y madre vasca, licenciada en Derecho, casada y con cuatro hijos varones que estudian en un colegio del Opus, como hizo ella, para Quiroga la familia es lo más importante. Defiende la vida desde la concepción y considera una «insensatez» la ampliación del aborto. Sabe que sus opiniones provocan rechazo en una parte de la sociedad, pero pide que la dejen expresarlas. «Quiero que me respeten sin insultarme o despreciar mi punto de vista», dice. Se considera optimista, pero también muy práctica y realista. Entiende pero le cuesta mucho hablar en euskera. «Todos los días pienso cómo sería mi vida si no llevara escolta, que saldré de mi casa cuando me dé la gana e iré adonde quiera», asegura esperanzada.