La retirada de Juan José Ibarretxe va a permitir al líder del PNV, Íñigo Urkullu, hacerse con todo el poder en su partido. Una situación nueva en las filas nacionalistas, que en los últimos 30 años han tenido un modelo de funcionamiento bicéfalo, con un presidente en el Gobierno vasco y otro en la organización. Urkullu tendrá así la oportunidad de dar a conocer sus intenciones políticas, es decir si mantiene la deriva soberanista imprimida por el ex lendakari o da un golpe de timón hacia posturas autonomistas.
La posición política del presidente del PNV es una incógnita que ahora tendrá la oportunidad de despejar. Llegó al liderazgo del partido tras otro abandono, el de Josu Jon Imaz, quien prefirió dejar la nave en septiembre del 2007 para evitar una confrontación con Ibarretxe con la que se corría el riesgo de abocar al partido a una escisión similar a la de 1986, cuando Carlos Garaikoetxea se marchó y fundó Eusko Alkartasuna por sus divergencias con Xabier Arzalluz. Urkullu es, en teoría, un hombre de la línea Imaz, quien encarnaba el proyecto moderado del PNV, proclive a los acuerdos con los socialistas, frente a los planes independentistas de Ibarretxe.
Desde el 4 de marzo
Urkullu, que mantiene abiertos cauces de comunicación con el Gobierno de Zapatero, ha sabido mover sus peones y tiene mayoría en la ejecutiva del PNV, los portavoces nacionalistas en el Congreso y Senado son de su cuerda, y aunque Joseba Egibar, claro exponente de la línea independentista, retendrá la portavocía en la Cámara de Vitoria, tiene el marcaje estrecho de Andoni Ortúzar, mano derecha del líder nacionalista. Cuenta asimismo con el respaldo de los poderosos presidentes de las diputaciones.
Ha dado una pista sobre sus intenciones al no hacer nada para evitar el adiós de Ibarretxe. No pidió al ex lendakari que reconsiderara su posición, y eso que la conocía desde tres días después de las elecciones del 1 de marzo. El líder nacionalista confiesa en su blog que, el 4 de marzo, Ibarretxe «dejó claro» a la dirección del partido que «su deseo era abandonar la política activa» y «hemos respetado sus deseos».