La profunda depresión económica anuncia una gran transformación social y política que probablemente se lleve por delante a toda una generación de dirigentes
02 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.Lo decía con rotundidad Pedro Arriola, sociólogo de cabecera de Aznar y ahora de Rajoy: «Una crisis tan profunda, lo normal es que se lleve por delante al Gobierno, al que le toque, sea cual sea su signo». Y le toca a uno que preside Zapatero. Con noticias negativas casi todos los días -tasa de paro que llega al 20% de la población activa, castigo en la calificación internacional de la solvencia del país, el volcán griego soltando lava que ya afecta a Portugal e indirectamente al resto, etcétera- es muy difícil mantener el vehículo sin que se salga de la carretera. Sumen a eso la consideración de que quizás el presidente tenía características apropiadas para la conducción del país en tiempos de bonanza y no con temporales en carreteras de montaña.
Quizás por todo eso cobra fuerza en Madrid la idea de que el Partido Socialista puede cambiar el cartel en las próximas elecciones, que se celebrarán, que nadie lo dude, cuando tocan, dentro de dos años escasos, y no en pocos meses, como sueñan algunos. No debe olvidarse que Zapatero es un optimista congénito. Su entorno puede ver la cosa muy mal, y él, perfectamente recuperable.
Un ministro importante del Gobierno, preguntado en tres tiempos sobre el posible cambio de cartel responde así: primer disparo: «Zapatero sigue y no hay nada que indique que no vaya a seguir». El segundo tiro, introduciendo la variable de la presión familiar para que lo deje después de dos legislaturas, según una hipotética promesa a su esposa: «Los asuntos personales son importantes, pero ignoro si esa promesa existe y, en caso de existir, si es negociable». Nueva repregunta: ¿y la grave situación económica y el temor de algunos en su partido a una amplísima derrota electoral? «Las encuestas no dicen eso; en enero sí había una diferencia de casi ocho puntos con el PP, pero hemos recuperado y volvemos a estar a tres o cuatro puntos de diferencia». Al final, el ministro da una clave importante: «No hay que olvidar que Zapatero, por encima de cualquier otra consideración, es un hombre de partido. Si entiende que su partido lo necesita se quedará y si intuye que su salida es mejor para el PSOE, se irá sin ruido alguno». Queda claro.
Pero la crisis no solo puede jubilar antes de tiempo a Zapatero. No es descartable que afecte a también a Mariano Rajoy. Cuando las dificultades son de tanta intensidad, toda una generación de dirigentes está amenazada en el Gobierno del país y en las empresas, a los que mandan y a los que no ofrezcan soluciones alternativas solventes o creíbles.
Todos los estudios recientes sobre el impacto de la crisis en la ciudadanía muestran una desconfianza creciente hacia las instituciones y sus dirigentes. Ilusionar de nuevo a una población cada vez más descreída no va a ser fácil.
Preparados para el relevo
Por suerte, hay una nueva generación de políticos que empiezan a ser percibidos de forma un tanto distinta a como se aprecia, por ejemplo, en los comentarios de las redes sociales. La portada de la semana pasada del suplemento dominical de mayor tirada con Alberto Núñez Feijoo y Patxi López, aparentemente cómodos y sin crispación alguna, va en esa línea. Hay constancia de que no gustó entre los más ortodoxos de sus respectivas casas matrices. El gesto de la presidenta del Parlamento vasco, la popular Arantza Quiroga, invitando a hablar a Juan José Pujana, el primer presidente, en el acto del 30 aniversario de la institución, no tiene precedente. «Defendió una idea radicalmente distinta a la mía porque pertenece a Eusko Alkartasuna, pero creí que era mi deber institucional hacerlo así», defiende Quiroga. La lista es más larga y pasa por el popular Antonio Basagoiti o por la socialista Leire Pajín, que intervino en el Senado el pasado miércoles en cuatro lenguas, por primera vez en la historia de la Cámara. Pajín habla vasco y valenciano y se esforzó en hacerlo en gallego también.
Son tiempos difíciles y tiempos de cambio. Imposible imaginar que cambien tantas cosas y sigan los mismos nombres propios al frente de las responsabilidades. La crisis remodelará el paisaje humano del poder.