En su piso se reunían los jóvenes cachorros de la Nueva Vía que encumbraron a Zapatero al liderazgo del partido. Allí estaban Jordi Sevilla, López Aguilar, Caldera o José Blanco. Desde entonces, esta malagueña de 48 años ha sido una incondicional del leonés, que la incorporó a la ejecutiva como secretaria de Relaciones Internacionales tras ser elegido al frente del PSOE en el 2000.
Tres años después le hizo un encargo envenenado: disputar la alcaldía de Madrid a un peso pesado como Alberto Ruiz-Gallardón. Pese a su febril actividad a pie de calle en la campaña con el llamado «trinimaratón», sufrió una contundente derrota. El popular Francisco Granados ha dicho despectivamente que solo se la recordaba por la chupa de cuero que lució en la cartelería electoral, aunque el propio Gallardón ha salido estos días en su defensa. Aguantó tres años como portavoz socialista en el ayuntamiento, hasta que Zapatero la nombró secretaria de Estado para Iberoamérica.
La eterna ministrable tuvo que esperar hasta abril del año pasado para que aquel a quien ayudó tanto a ascender a la cúspide socialista la hiciera titular de Sanidad. Al frente del ministerio tuvo que lidiar con la crisis provocada por la gripe A, que afrontó desde el primer día dando la cara ante los medios de comunicación y en colaboración con las comunidades autónomas, incluidas las del PP, con las que consensuó las decisiones. Su gestión, atendiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, fortaleció su imagen y la hizo más popular y valorada por los ciudadanos. Hasta el punto de que es lo que le ha valido que Zapatero la volviera a llamar para saltar a la difícil arena madrileña, más madura y baqueteada, sabedor de su buena imagen, simpatía y proximidad con los ciudadanos. Aunque sus críticos señalan, bien que a toro pasado, que la supuesta pandemia no era tan grave como se dijo y que se ha malgastado el dinero público en vacunas ahora inservibles.
De una familia de prominentes juristas -es hija del que fue magistrado del Supremo José Jiménez Villarejo y sobrina del polémico ex fiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo-, ella se decantó muy pronto, con 21 años, por la política.