CiU recupera Cataluña tras la debacle socialista

Colpisa

ESPAÑA

El PSC obtiene el peor resultado de su historia mientras que el PP se convierte en la tercera fuerza. Esquerra se hunde y Laporta consigue cuatro escaños.

29 nov 2010 . Actualizado a las 02:34 h.

Una victoria incontestable. Artur Mas, el líder de CiU, se convertirá en el nuevo presidente de la Generalitat de Cataluña tras su cómodo triunfo en las elecciones autonómicas de este domingo. El PSC, en cambio, sufre el mayor batacazo de su historia y obtiene los peores resultados de los últimos 30 años. El PP es, después de los nacionalistas, el triunfador de la jornada y se convierte en la tercera fuerza política de Cataluña. Los otros socios del tripartito, Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya, también caen; los republicanos pagaron la mayor parte de la factura con un revés monumental y los ecosocialistas apenas se hicieron cargo de la propina con un retroceso menor. Ciutadans se mantiene con su discurso antinacionalista, y la crisis de los republicanos beneficia a Joan Laporta que entra en el Parlament con su partido Solidaritat per la Independencia.

El nacionalismo catalán regresa al Gobierno de la Generalitat después de penar siete años en el desierto de la oposición. CiU, sin embargo, no alcanzó la mayoría absoluta. El hijo, Artur Mas, no pudo emular al padre, Jordi Pujol, y a pesar de su magnífico resultado no consiguió llegar a los guarismos de 1984, 1988 y 1992, cuando los nacionalistas superaron la cifra mágica de los 68 escaños. Es indudable que CiU ha logrado capitalizar el malestar existente en Cataluña por la crisis, la sentencia del Estatut y la cuestionada gestión del tripartito. En cambio, el escándalo de corrupción del Palau de la Música, que salpicó a notables 'convergentes' y afloró una presunta financiación irregular, no hizo mella entre su electorado, alimentado en esta ocasión con trasvases de Esquerra y del PSC.

Mas podrá gobernar en solitario, aunque necesitará los votos de un aliado para alcanzar la investidura, y ahí podrá escoger entre el PP o Esquerra Republicana. Pero sobre todo, mirará de reojo a Madrid. CiU se ha convertido en el objeto del deseo de los dos grandes partidos mayoritarios. El PSOE requiere su complicidad en esta misma legislatura para consolidar su mayoría parlamentaria, ahora asentada en el PNV y Coalición Canaria, pero sobre todo para sacar adelante las reformas estructurales, entre ellas la de las pensiones, que proyecta acometer José Luis Rodríguez Zapatero. El PP se relame con la idea de que Mas busque su apoyo en Cataluña para reclamar la contraprestación en 2012 si Mariano Rajoy gana las generales. Socialistas y populares ya saben a como está el kilo de CiU. Caro, muy caro. Los nacionalistas ya han dicho que quieren el concierto económico, como ya lo tienen el País Vasco y Navarra para recaudar los impuestos en su territorio.

Pero esta federación nacionalista que lidera Mas no es la misma que gobernó Pujol. El futuro presidente es un declarado independentista y su equipo está formado por soberanistas. Es improbable, de todos modos, que se decante por aventuras secesionistas y sus máximas veleidades se centrarán en conseguir el concierto económico.

Preludio del cambio

El segundo triunfador de la noche fue el PP. Se convirtió en la tercera fuerza política en Cataluña, posición que no ocupaba desde 1995 bajo el liderazgo de Aleix Vidal-Quadras, pero mejoró incluso sus resultados al lograr un escaño más. Pero sobre todo pegó un gran mordisco a la ventaja que siempre han tenido los socialistas sobre los populares. Es el preludio del cambio que llevará a Rajoy a la Moncloa tras las elecciones generales, aseguraban eufóricos dirigentes del partido opositor en una lectura nacional de los resultados.

El PP rentabilizó el empuje y la frescura de su candidata, Alicia Sánchez Camacho, que se incorpora al club de los líderes emergentes del partido con Alberto Núñez Feijoo y Antonio Basagoiti. El esfuerzo que ha hecho la dirección del partido de estar presente en la campaña, Rajoy estuvo siete de los 15 días, se ha visto recompensado y Cataluña ha dejado de ser una tierra maldita para los populares. Claro que está por ver si el buen resultado es un espaldarazo a Rajoy en sus objetivos nacionales o se ha limitado a un castigo al tripartito catalán, y en especial a los socialistas.

Si notable es el resultado del PP, notable también es el varapalo de Esquerra Republicana. Perdió más de la mitad de sus escaños y soportó una sangría de votos como pocas veces se había visto. El paso por el Gobierno de la Generalitat ha sido un desastre para los republicanos de Joan Puigcercós. Ha espantado los sufragios de quienes veían en Esquerra a un partido de corte institucional, y ha ahuyentado también los de los sectores independentistas más radicales. Su perfil se ha desdibujado, no ha contentado a unos ni a otros y ha pasado de ser la tercera fuerza política en Cataluña a ser la quinta.

Buena parte de su parroquia se ha sumado a la grey que sigue al ex presidente del Barça Joan Laporta, otro de los ganadores electorales con sus cuatro diputados. Solidaritat per la Independencia ha acogida a buena parte de los desertores de Esquerra, otra parte se fue con CiU, con un discurso populista y centrado casi de forma exclusiva en las cuestiones identitarias, con pocos detalles económicos y sociales.

Con descensos de unas fuerzas y ascensos de otras, el soberanismo ha ganado peso en el Parlament de Cataluña. Entre CiU, Esquerra y Solidaritat per la Independencia suman 76 escaños, pero esa alianza es muy improbable que fragüe en alguna oportunidad.

Iniciativa per Catalunya es el socio del tripartito que mejor capeó el temporal. Fue la única formación que no renegó de la experiencia a tres bandas, mantuvo un discurso coherente y superó a los republicanos para convertirse en la cuarta fuerza política.

Ciutadans, entretanto, logró consolidar su posición pese a las crisis internas sufridas en su corta vida de cuatro años y mantiene sus tres escaños. Albert Rivera se ratificó en su discurso antinacionalista y ha ocupado en Cataluña el espacio político que otras partes de España, sobre todo en Madrid, corresponde a Unión, Progreso y Democracia, que ha obtenido en las elecciones catalanas un paupérrimo resultado, muy lejos de soñar con un acta parlamentaria.