Tras una polémica trayectoria, dio su mejor versión en la transición
19 sep 2012 . Actualizado a las 15:33 h.En una de sus últimas entrevistas Santiago Carrillo se mostraba satisfecho con su vida, decía que no tenía problemas de conciencia y que no cambiaría «casi» ninguna coma de su trayectoria. Eso es decir mucho en alguien que siendo niño veía cómo la Guardia Civil detenía a su padre, que era dirigente sindical en Asturias, que con solo 13 años ingresó en las Juventudes Socialistas, de las que ya era secretario general a los 19, y que nunca dejó la política, aunque en sus últimos años lo hiciera «con la palabra y la pluma».
Revolucionario en su juventud, periodista autodidacta, responsable del orden público en Madrid cuando se cometió la matanza de Paracuellos, que le ha perseguido siempre, secretario general del PCE desde 1960 a 1982, exiliado durante 38 años hasta que regresó disfrazado con su célebre peluca y uno de los grandes protagonistas de la transición, su biografía va indisolublemente unida a los grandes acontecimientos de nuestra historia reciente. Es curioso que el momento que recordaba con más felicidad fue el año que pasó en Madrid en la clandestinidad antes de ser detenido.
Carrillo supo evolucionar y adaptarse a los tiempos. Pasó de ser un estalinista entusiasta, el implacable líder que expulsó a los disidentes Fernando Claudín y Jorge Semprún, a condenar la invasión de Checoslovaquia en 1968 e impulsar el eurocomunismo, un intento de alcanzar el socialismo por vías democráticas. Convirtió al PCE en referente de la lucha antifranquista y ya en 1956 propugnó la política de reconciliación nacional.
La vuelta del exilio
Pero fue a su vuelta del exilio cuando Carrillo mostró su mejor versión. La reacción contenida de la militancia comunista tras el asesinato de los abogados laboralistas en el despacho de la calle Atocha por pistoleros ultraderechistas en enero de 1977 abrió el camino de la legalización del PCE en el llamado sábado santo rojo. Días después renunciaba a la bandera republicana y aceptaba la roja y gualda y la monarquía que representaba don Juan Carlos, pese a haber sido nombrado por Franco. Hay que tener en cuenta que en el diseño que hizo el binomio formado por el rey y Adolfo Suárez no se contemplaba en principio que los comunistas participaran en las primeras elecciones democráticas, por lo que debe ser considerado un éxito político de Carrillo. De esta forma la democracia española se homologaba a las occidentales.
A partir de ahí se convirtió en uno los más firmes defensores de la transición democrática, prestando su apoyo a Suárez en las situaciones más difíciles. En 1978 protagonizó una de los momentos estelares de aquel período histórico cuando el ex ministro del dictador Manuel Fraga le presentó en el Club Siglo XXI. Un símbolo de la reconciliación de las dos Españas.
Su gesto en el 23-F
Mucho más importante fue su gesto durante el golpe de Estado del 23-F, cuando se mantuvo en su escaño pese a que sabía que sería uno de los principales objetivos de Tejero. El viejo comunista se distinguía, junto a Suárez y Gutiérrez Mellado, como gran defensor del nuevo régimen democrático, más en riesgo que nunca.
Poco a poco su figura fue declinando, hasta que dimitió como secretario general den 1982 tras un sonoro fracaso electoral. Expulsado del partido en el que lo había sido todo, pasó a dirigir otro, el Partido de los Trabajadores, con el que dio un batacazo en las urnas. Luego buscó refugio en la «casa común» socialista, aunque nunca se afilió.
En los últimos tiempos se mostró muy crítico con el Gobierno de Rajoy, alertó del peligro de involución y se consideraba convencido de que era imposible que se repitiera el espíritu de la Transición que políticos como él encarnaron.
santiago carrillo Ex secretario general del PCE