Los mayas se referían a las pymes

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

Las pymes aquí no han desaparecido todas, pero el grado de mortandad por el ahogo financiero y la morosidad es asfixiante

23 dic 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

Ya pasó el día 21 del 12 del 12, cuando el mundo iba a acabarse, fecha temida por algunos y difundida por los que le sacaron partido, a saber, programas de radio de entretenimiento, hoteleros de Guatemala y Yucatán, o personal vinculado a la brujería variada. Hasta la NASA tuvo que desmentirlo en su página web con razonamientos científicos.

Pero surge la duda de si los mayas, al anunciar el fin del mundo para estas fechas, pudieran estar pensando en las pymes españolas, o en la era Monti en Italia. Es decir, en cada país algún tipo de hecatombe particular. Las pymes aquí no han desaparecido todas, pero el grado de mortandad por el ahogo financiero y la morosidad es asfixiante. Mueren las pymes -y alguna empresa grande también, como Telemadrid, con 900 despidos sobre 1.100 empleados- crece en consecuencia el desempleo exponencialmente y aquí parece que no se inmuta nadie. Por un lado se afirma, con razón, que resisten mejor la crisis las regiones industrializadas, pero se quema el tejido industrial y las alarmas no saltan. O no con la intensidad que cabía esperar.

El año se cierra con escasas perspectivas de recuperación mientras algunos periódicos europeos destacan que, por fin, parece que la austeridad ha llegado a España de la mano de Rajoy. Manuel Pizarro se atreve a dar una cifra de los excesos cometidos por el país: «Vivimos 60.000 millones de euros por encima de nuestras posibilidades». En el debate televisado con Pedro Solbes en vísperas de las elecciones de marzo del 2008, Pizarro anunció que una grave crisis venía, pero nadie le creyó. Perdió el debate, por más que tuviera razón, y quedó confinado en un escaño marginal del PP del que dimitió a mitad de legislatura. Llegaba a la política impulsado por Esperanza Aguirre por lo que, seguramente, Rajoy dejó escapar al que hubiera sido un buen ministro del área económica. Visto lo visto, incluso excelente.

Con ese telón de fondo de preocupación por la economía, a ningún observador se le escapa que por fin han sentado al ministro de Economía Luis de Guindos, y al de Hacienda, Montoro, ante un experto en comunicación, o simplemente alguien con sentido común, para decirles que abandonaran su discurso agorero. «La situación está mal, pero va a empeorar», dijo De Guindos en su momento. Y en la frase siguiente pedía la recuperación del consumo, al que acaba de asestar un duro golpe. La verdad es que la crisis es bien profunda y requiere de liderazgos fuertes, pero Rajoy, que parece que solo se pone en ese papel cuando le echa las culpas al Gobierno anterior después de un año de desatinos de su gente, consiguió reunir a un amplio equipo de comunicadores negativos, que además litigan entre ellos. A saber, los tres ministros económicos, si se cuenta a Soria, de Industria. Y junto a ellos, Wert, que acabará homenajeado por los independentistas catalanes por su impagable contribución a la causa.

El presidente de una importante empresa pública se lamentaba de esta situación hace unos días: «¿Nadie es capaz de explicar bien lo que se pretende en la sanidad madrileña para no ver el espectáculo de centenares de médicos responsables presentando su dimisión?». La percepción en Madrid es de un auténtico desmantelamiento del sistema sanitario público a mayor gloria de la privatización. Sinceramente, o Esperanza Aguirre tenía razones particulares para dimitir, o lo vio venir. Pero igual hasta se la echa de menos a la vista de la contundencia y la escasa profesionalidad negociadora de su heredero, Ignacio González.

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