Durante muchos años se habló del «oasis catalán» para contraponer las formas supuestamente más refinadas y europeas de hacer política en Cataluña con la embrutecida política practicada en el resto de España. La maraña de espionaje y corrupción en la que se ven envueltos ahora los grandes partidos catalanes demuestra que, si aquello era un oasis, el pozo estaba bastante seco. Resulta significativo que este caso, referido a hechos ocurridos hace tiempo, surja en uno de los momentos políticos más complejos que vive Cataluña debido a la deriva independentista emprendida por Mas. Pero la variedad política de la lista de espiados es de tal envergadura que resulta muy difícil suponer que haya un único responsable en todos los casos. Y también es complejo determinar quién es el principal beneficiado de que este asunto salga a la luz.
Todo apunta que, al menos durante los últimos diez años, los partidos catalanes se han estado espiando unos a otros, en un verdadero caso de paranoia política de consecuencias incalculables. Si el primer espionaje dado a conocer, el de la conversación de la líder del PP, Alicia Sánchez-Camacho, con la ex novia de Jordi Pujol Ferrusola apunta claramente al PSC, resulta más difícil aclarar quién ordenaba espiar al expresidente de la Generalitat Montilla, al exvicepresidente y entonces líder de ERC, Carod-Rovira, e incluso al comisario europeo Almunia. Y, por si fuera poco, todo apunta a que el anterior consejero de Interior y actual consejero de Empresa, Felipe Puig, fue espiado por miembros de su propio partido, Convergència.
La maraña apunta en tantas direcciones que será imposible que alguien salga indemne. Pero lo que parece obvio es que CiU pretende aprovechar este caso para tratar de tomar oxígeno en un momento en el que se ve acorralada por los casos de corrupción que afectan por una parte a Unió, partido liderado por Duran i Lleida, y por otra a CDC, en donde varios de los los hijos del ex presidente Jordi Pujol están inmersos en casos de presuntas irregularidades.
La estrategia de CiU es vincular los casos de espionaje que afectan a algunos de sus dirigentes con un intento por parte del Estado de torpedear el proceso soberanista iniciado desde la Generalitat. Duran relacionó así ayer el espionaje a la exnovia de Jordi Pujol hijo, realizado por una empresa privada, con los posteriores informes policiales en contra de los Pujol y de Mas. El argumento vale, al parecer, para cualquier problema que sufra CiU; y es que el secretario general de CDC, Oriol Pujol, ya vinculó la investigación contra él por el caso de las ITV, por el que puede ser imputado, con una conspiración contra el proceso soberanista. La tesis casa mal, en todo caso, con el hecho de la investigación por las ITV y el espionaje a Jordi Pujol Ferrusola empezaran mucho antes de que el presidente Mas emprendiera su giro soberanista.