Así define una y otra vez la expareja del acusado de asesinar a sus hijos, Ruth Ortiz
12 jul 2013 . Actualizado a las 17:26 h.El «monstruo» de Las Quemadas. Así ha definido una y otra vez Ruth Ortiz a su expareja, José Bretón, declarado hoy culpable de asesinar a sus dos hijos, Ruth y José, el 8 de octubre de 2011 en Córdoba.
Cuesta mucho pensar que un padre sea capaz de hacerle daño a sus hijos, y más aun que sea capaz de asesinarlos y quemarlos en una hoguera. Así lo ha considerado un jurado popular, pero es necesario conocer las razones que pueden llevar a un ser humano a convertirse en un «monstruo».
El perfil psicológico de Bretón dibuja a un hombre «meticuloso» con rasgos «acentuados» de personalidad, que pude llegar a «controlar sus emociones» y se muestra «frío, controlador y manipulador» cuando las circunstancias lo requieren.
Los testimonios de Ruth Ortiz, amigos y compañeros han mostrado a un José Bretón muy «estricto» con sus hijos a quienes daba una educación «casi castrense».
Quizás su paso por el ejército y su destino en Bosnia durante un año motivaron que su carácter un tanto especial se acentuara aún más.
Bretón ingresó en el ejército en 1994, con tan solo 18 años, como voluntario especial, y fue destinado a la Brigada Mecanizada X, con base en Cerro Muriano (Córdoba).
En unos pocos meses viajó a Bosnia-Herzegovina como miembro de la Agrupación Táctica española (SPAGT) «Córdoba», que fue la encargada de vigilar el cumplimiento del alto el fuego entre la población, además de colaborar en la reconstrucción de infraestructuras dañadas por la guerra.
Allí estuvo en contacto permanente con la muerte. Su condición de conductor de vehículos le hacía apoyar a las unidades médicas que recogían a los heridos o levantaban los cadáveres que la guerra iba dejando.
Bretón comprobó de primera mano el horror de la guerra y las consecuencias de la sinrazón del ser humano, lo que pudo influir en su carácter y personalidad, aún en formación.
En el ejército ya daba muestras de ese carácter especial. De hecho según cuenta un compañero de destino, era incluso capaz de levantar a un sargento de la mesa porque «no le gustaban los ruidos con la boca al comer». Sus manías salían a la luz y su escrupulosidad eran más que evidente.
Al regresar a Córdoba hizo vida normal con sus padres y sus dos hermanos y conoció a una chica con la que entabló una relación que acabó poco después. El fracaso sentimental, después de que la chica le dejara, trastocó la personalidad de Bretón, que intentó suicidarse con la ingesta de potentes somníferos.
Un episodio traumático que ocultó a Ruth Ortiz cuando la conoció años después y durante todo el tiempo que duró su matrimonio tras casarse en 2002.
Los primeros años de convivencia fueron «normales», según Ruth Ortiz. José Bretón tenía sus «manías» que no le parecían extrañas. Poco a poco esas manías se iban acentuando. No tocaba los pomos de las puertas, era imposible que se sentara en los asientos de los autobuses y hacía a los amigos lavarse las manos cuando llegaban a sus casa.
Una personalidad que terminó de configurarse con el nacimiento de sus hijos. Ruth Ortiz reconoce que fue ella la que dio al paso para tener los niños y que Bretón era reacio a ello hasta el punto de decirle que sería ella la que se encargaría de su cuidado.
La escrupulosidad y meticulosidad de sus actos los trasladó de inmediato a sus hijos. Pulcro en la limpieza, una extrema preocupación por las comidas de sus hijos y pocos gestos de cariño hacia ellos es lo que más destacan los encargados de la guardería a la que iban los pequeños en Huelva.
Poco antes, la familia Ortiz-Bretón dejó Córdoba ya que Ruth prefería estar con su familia en Huelva. Al poco de llegar a tierras onubenses, José Bretón perdió su empleo y su única dedicación era las labores de su casa.
Quizás poca cosa para un hombre que tenía «rasgos» machistas, según su exmujer, y que veía como su día a día se centraba en el cuidado de su familia, ya que no tenía amigos en Huelva. Él quería regresar a Córdoba, pero el trabajo de Ruth en Huelva impedía el traslado de la familia.
La relación era ya «plana», según Bretón, y las «contantes humillaciones» hicieron que Ruth no aguantase más y propusiera a su entonces marido la separación.
Desde entonces, Bretón, que ya había pasado por un fracaso sentimental, intentó recuperar sin éxito la relación, lo que, según el jurado, motivó que ideara el macabro plan de asesinar a su hijos que culminó el 8 de octubre de 2011 en la finca de «Las Quemadillas».