Si aún no había terminado agosto y el PSOE ya pedía la dimisión de Mariano Rajoy, imagínense como será el invierno. La meteorología política ofrece una previsión de tiempo muy crudo, un invierno de perros, vamos, con los políticos a mordisco limpio.
El calendario, además, lo favorece. Comenzamos septiembre y en la primera semana hay relevo en la Junta de Andalucía. Sale por piernas Griñán para que el caso de los ERE no dañe a la institución, dice, pero lo hace pidiendo a Rajoy que siga su ejemplo por el escándalo Bárcenas, que el PP se cuida de alimentar semana a semana, ahora con la supuesta destrucción del disco duro de los ordenadores del extesorero. Para la segunda semana, ahí viene la Diada catalana, que en sus preparativos cruje partidos. Ejemplo, el PSC, donde sorprende, a pesar de todo, lo claro que lo tiene su líder, Pere Navarro: derecho a decidir de los catalanes, bueno, pero el partido de los socialistas no está, ni se le espera, en el independentismo, ni tampoco entre los afligidos por no querer reconocerlo. Acaso la razón les diga a los dubitativos que separar Cataluña de España es un despropósito, pero la emoción y el ambiente les empuja a creer otra cosa. La línea divisoria entre unos catalanes y otros está cavándose profundamente sin esperar al referendo para el que Artur Mas, aunque ahogado económicamente, ya ha reservado una partida para comprar urnas, «porque las existentes son del Estado».
La agenda política augura muy mal tiempo, habida cuenta de que el curso terminará en junio del 2014 con elecciones europeas. Eso significa que estamos ya en campaña electoral, pero, por las características de la elección, con colegio electoral único nacional y, por tanto, mayor posibilidad de obtener representación parlamentaria para los pequeños, la densidad de francotiradores aumenta.
Ahí tienen a Baltasar Garzón, que concluyó con su defendido de Wikileaks, Julian Assange, que «ambos deben participar en política», tratando de meterse en el accidente ferroviario de Santiago. Dios ampare a los directivos de ADIF, aunque también puede suceder que el juez instructor se harte y le diga a Garzón que se meta en lo suyo, que es variado y complejo. Hay quien lo propone como cabeza de lista por Izquierda Unida en las europeas, pero Cayo Lara ya ha advertido que no es la hora de personalidades salvando partidos. Con Garzón o sin él, Izquierda Unida va para arriba, aunque sea por deméritos del PSOE. Tanto como Rosa Díez por deméritos del PP.
Si no hay recuperación del PP y del PSOE, tan castigados de momento en las encuestas, el dibujo parlamentario resultante será el del fin del bipartidismo y eso relanzará la batalla por el liderazgo en ambos partidos. Esa batalla está abierta, pero se espera una conmoción para relanzarse y los resultados de junio pueden recrudecerla. De momento, Rubalcaba gana paz con la marcha por un año de Carme Chacón a una universidad americana, quizás la mejor salida para la exministra de Defensa, que vive incómoda en el PSOE y también en el PSC. A ver en qué circunscripción se le abre un hueco en las listas después, salvo que gane las primarias y encabece la de Madrid.
En el PP, entretanto, el ruido interno crece. A Rajoy le va mejor en el Gobierno que en el partido. Logró evitar el rescate, mejora algunos indicadores, aunque ya veremos cómo va el desempleo en invierno, y ha decidido salir a exterior. Pero en casa no gana para disgustos: el caso Bárcenas es una tortura que no cesa y un mal resultado electoral lo dejaría muy perjudicado, si no para dimitir, quizás para no repetir.