El seísmo causó nueve muertos, 324 heridos y 1.200 millones de euros en daños
11 may 2014 . Actualizado a las 21:54 h.Lorca ha preferido huir de los recuerdos del terremoto que la pulverizó en 2011 y hoy, tres años después de la tragedia, la gente ha exorcizado el terror de aquella jornada y se ha refugiado en el ocio y la vida social, en las reuniones familiares y de amigos, alejando deliberadamente la nube de polvo y escombros que nubló la ciudad aquel 11 de mayo.
El tercer aniversario del seísmo, que causó nueve muertos, 324 heridos y 1.200 millones de euros en daños, estaba hoy en los quioscos, en los titulares de los diarios, en los boletines de las emisoras de radio y en los reporteros de televisión que, micrófono en mano, buscaban por las calles un testimonio para el telediario de la tarde, pero los lorquinos han preferido no estar.
La ciudad, a la hora exacta del aniversario del terremoto, las 18,47 horas, estaba casi desierta, con excepción del pequeño grupo de ciudadanos que bajo la torre de la iglesia de San Francisco ha escuchado el tañido fúnebre de las campanas, como homenaje a las nueve personas que murieron sepultadas por los escombros aquel fatídico día.
El resto de los lorquinos se tomó el domingo como una pequeña tregua en la ingente tarea común de reconstruir la ciudad, si bien centenares de personas conmemoraron por la mañana la efeméride participando con un gesto deportivo, una carrera solidaria a beneficio de los miles de damnificados que causó aquella catástrofe.
Sofía Díaz, a punto de cumplir cinco años, lucía hoy orgullosa la medalla dorada que acreditaba su victoria en la categoría infantil de la prueba popular, con el recuerdo, quizá remoto, de que tres años antes rodó a similar velocidad por el suelo del comedor de sus abuelos, mientras el edificio se estremecía durante el seísmo bajo una lluvia de cuadros, vajillas y muebles.
Muchos de los que tuvieron que huir de casa, o de los que la perdieron en una demolición, participaron hoy en esa carrera benéfica, generando endorfinas con las que alejarse del dolor que causó aquel terrible suceso, que, pese al esfuerzo, no deja de estar presente en su memoria.
Entre los corredores estaba el alcalde, Francisco Jódar, que atravesó corriendo la ciudad, como un deportista más, observando cómo crecen los edificios donde antes había solares y contemplando la imagen de una Lorca nueva que intenta abrirse paso entre puntales y montañas de escombro.
En mitad del recorrido de la carrera un enorme cartel naranja llamaba la atención de los corredores: «Pizzería La Antorcha, cerrado por derribo del edificio», una de las demoliciones pendientes del temblor de hace tres años, postergada hasta ahora por la falta de ayudas públicas para hacer desaparecer ese bloque en peligro de colapso.
Mientras una parte de la ciudad se sumaba al ejercicio de catarsis de la carrera, otro indagaba en las entrañas de la tierra, buscando una explicación lógica a los sucesos de aquel 11-M, observando de cerca la falla donde se desencadenó el terremoto.
Guiados por un equipo de 11 geólogos, ese grupo de lorquinos ha participado en el «Geolodía», una jornada de divulgación científica en la que han pisado el electrizante recorrido del terremoto de 5,1 grados en la escala de Richter, que liberó una energía similar a la que producen dos millones de kilos de explosivos.
Una falla activa, la de Alhama de Murcia, responsable de la pavorosa secuencia histórica de seísmos que han sacudido Lorca de forma cíclica desde que existen archivos y que ha provocado situaciones de calamidad muy parecidas a las que ahora intenta superar la ciudad.
Acabado el mínimo paréntesis del aniversario, alejada de nuevo la ciudad de los focos de las cámaras y del interés informativo, Lorca retomará de nuevo este lunes el frenético trabajo de sobreponerse a la tragedia y de reinventarse tras el infortunio.
José Luis Romera y sus vecinos del edificio «Santa María del Alcázar», en el barrio de San Diego, regresarán mañana a sus casas una vez reconstruidas -acaban de recibir las llaves- , con la ilusión de colgar cortinas y colocar muebles, y lo harán tres años después de que una pala retroexcavadora acabara con todos sus recuerdos después de un violento terremoto.