«Nunca le vi un mal gesto a Felipe»

Mariluz Ferreiro MADRID / ENVIADA ESPECIAL

ESPAÑA

Benito Ordóñez

Antonio Lobo fue durante más de cuarenta años chófer de la familia real

05 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

«Yo soy de un pueblo pequeñito de Valladolid, Villalán de Campos. De pequeño quería ser de Madrid. Mi tío siempre me decía: ??Antonio, de Madrid puede ser cualquiera??. Y tenía razón». Antonio Lobo acabó en la capital. Pero estuvo al volante del coche oficial de la familia real durante más de cuarenta años. «Siempre chófer, siempre con ellos», recuerda con la voz teñida de nostalgia. Se jubiló hace más de diez años. Y reconoce que echa de menos a los reyes y sus hijos, y que añora «aquella otra vida» en la que la Historia viajaba en el asiento de atrás. Don Juan Carlos, la reina, el príncipe Felipe, y las infantas, pero también Bill Clinton o George Bush.

Antes de que doña Sofía fuese reina, Antonio ya era el chófer de don Juan Carlos. «Los miembros de la Casa Real son como una segunda familia para mí. Son fenomenales, muy humanos», cuenta. No es fácil calcular lo vivido ni lo recorrido: «Más de un millón de kilómetros habré hecho con ellos». Asegura que el rey y el príncipe «no tienen manías» como pasajeros. «Ellos te dejan hacer, no te piden ir deprisa, no se quejan y no se meten en tu trabajo. Son muy comprensivos», explica. Admite que la reina es más meticulosa y que «siempre está pendiente de todo y de todos, es tremendamente cercana».

De sus viajes por Galicia recuerda la «preocupación y la pena» del rey al recorrer la costa después de la marea negra del Prestige, en diciembre del 2002, cuando el chapapote ya se veía desde la ventanilla. Y habla con emoción de la visita de Juan Pablo II a Santiago, en agosto de 1989. «Don Juan Carlos me pidió que llevara en coche al papa por Compostela. Fuimos hasta el Monte do Gozo. Nunca se me olvidará. Fue un honor», apunta. Guarda mil recuerdos e innumerables fotos en su casa de Carabanchel. Una instantánea de la primera comunión del príncipe Felipe; otra en la que está al volante del Rolls Royce en el que llevó a la infanta Cristina el día de su boda por Barcelona («el mejor coche que he conducido», admite); fotografías dedicadas por los reyes a Antonio y a su mujer...

«Pues sí, es campechano»

Asegura que don Juan Carlos hace honor a la etiqueta que se le ha colocado: «Pues sí, es campechano. Tutea a todo el mundo y le da una palmada en el hombro a cualquiera». Dice que el príncipe Felipe tiene un carácter muy distinto al de su padre. Lo vio crecer y no disimula su cariño al referirse a él: «Ya de crío era muy responsable. Eso siempre me impresionó. Jamás le vi un mal gesto al príncipe Felipe. Nunca. Ni hacia sus padres ni hacia nadie».

Cree que es el momento oportuno para la abdicación. Y considera que don Felipe está mejor preparado que su progenitor para reinar porque «ha sido educado para ello» y ya se ha curtido en los actos que ha presidido cuando su padre estaba convaleciente. «Está capacitado», sentencia. Antonio se jubiló antes de que el heredero se casara con Letizia. Comenta, elegante, que esa relación le tocó vivirla «de refilón».

De los mandatarios que ha conocido, guarda un especial recuerdo del alemán Gerhard Schröder. Visitó Canarias con el rey. Después, a petición del monarca, Antonio se quedó con el canciller en Gran Canaria durante unos días. Recorrieron la isla juntos. «Los Schröder son una familia encantadora. Querían que comiera con ellos siempre, tomábamos café juntos... Yo no sabía alemán, pero nos entendíamos bien en inglés. Con el tiempo he ido aprendiendo inglés», cuenta.

Se ríe al relatar que la reina siempre repetía que quería conocer su pueblo. «Yo le respondía que era muy pequeñito. Igual hay unos treinta vecinos. Y ella me contestaba que le encantaría vivir en un lugar así, pequeño, tranquilo». Cualquiera puede ser de Madrid. Muy pocos viajan con la Historia a sus espaldas.