Si no quieres caldo...

ESPAÑA

22 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

He leído estos días con atención lo que dicen los medios de comunicación sobre la reforma prevista de la Ley Electoral en lo que se refiere a los municipios y especialmente a la designación como alcalde del candidato del partido más votado y hay varios elementos que me parecen significativos.

En primer lugar, y una vez más, la homogeneidad de criterios en el seno de los partidos políticos. Todos los representantes de cada uno de ellos argumentan monolíticamente, con excepción de UPyD, sin que se sepa que ello proviene de una reflexión tranquila. Más bien, a oponerse a lo que diga el contrario.

En segundo lugar, se desprende de cada una de las posturas una inclinación por la que más réditos electorales se prevé que produzca. En tercer lugar, no se encuentran argumentos poderosos, más bien la polémica está llena de justificaciones interesadas.

Dicho lo anterior, en mi opinión, concurre una razón que hace que deba desdeñarse la reforma propuesta, y es que las reformas importantes, con independencia de la existencia de mayorías absolutas para llevarlas a cabo como ocurre en este caso, se deben promover con el acuerdo al menos parcial de la oposición, o si se quiere teniendo en cuenta la magnitud del desacuerdo. De lo contrario, la frontalización por norma supondría una amenaza de cambio para cada nueva etapa con nuevas mayorías.

El dilema de la democracia

La democracia tanto es la puesta en ley de los criterios de la mayoría como el respeto de las creencias de las minorías; y en ese dilema es en el que han de moverse los partidos políticos sensatos. El abogar por normas electorales que busquen el beneficio propio para el partido que las proponga es una equivocación notable. Todo viento antes o después torna y un día te coge de popa pero al siguiente sopla de proa. Las ciudades quieren sensatez y ver en sus representantes el reflejo de las conciencias ciudadanas y no la búsqueda de intereses partidistas. Y permítaseme que lo diga, la reforma prevista más se parece a un interés del partido gobernante que busca mantener o aumentar sus ya numerosos alcaldes, que a la búsqueda de representantes que reflejen el corpus ideológico de las ciudades. Para empezar, las prisas existentes para llevar a cabo la reforma no es el buen camino y con prisas mal podemos discutir el fondo del asunto. Y si a todo ello le añadimos el sí o sí, difícil será ligar la mayonesa. Saldrá el aceite y el huevo e irán cada uno por su lado.